CRÍTICA DE CINE

'Happy end': más irónica que virulenta

Michael Haneke retrata en su último filme un tipo de personajes que conoce al dedillo. La agresividad congénita del cine del director austriaco se torna por momentos ironía evidente

Quim Casas

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Michael Haneke retrata en su último filme un tipo de personajes que conoce al dedillo. Se trata de una familia burguesa que vive en una inmensa mansión en Calais. Nada parece enturbiar la calma en la que pasan sus días. Pero poco a poco, con mirada incisiva pero quizá menos virulenta que en anteriores ocasiones, el director nos muestra lo que anida agazapado en la existencia de estos hombres, mujeres, ancianos y niños que ya no tienen el discreto encanto de la burguesía que preconizaba Luis Buñuel en una de sus películas más conocidas.

En 'Happy end' el suicidio parece ser una solución tanto para los más mayores como para los más pequeños. Los miembros de esta familia disfuncional a lo Haneke no saben amar, o no le dan el valor necesario a este sentimiento. Isabelle Huppert y Jean-Louis Trintignant se reencuentran, de nuevo como hija y padre, cinco años después de Amor, el anterior filme de Haneke, y aunque el anciano explica como acabó matando a su esposa, afectada por una enfermedad terminal, está no es una continuación de aquella.

La agresividad congénita del cine del director austriaco se torna por momentos ironía evidente. Ha sido considerada una obra menor desde que se proyectara en el festival de Cannes del año pasado, pero me parece mejor una especie de condensación ligera de los motivos habituales del cineasta, una reconsideración a media voz, más divertida, en el fondo, que cruel. En todo caso, sostenida en la fría disección que la cámara realiza sobre los extraordinarios miembros del reparto, 'Happy End' es un filme que podrá sorprendernos menos, pero no deja de incordiarnos.