CRÓNICA

Lídia Pujol, el camino hacia la luz

La cantante escenificó en el Mercat de les Flors el tránsito hacia una nueva conciencia en un brillante espectáculo, 'Panikkar, poeta i fangador'

Lídia Pujol, en el Mercat de les Flors

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Jordi Bianciotto

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Después de siete años llevando su ‘Cerimònia de la llum’ por una cincuentena de monasterios, Lídia Pujol da un paso más en su depuración diríamos que tanto artística como anímica con el disco ‘Iter luminis’ y el espectáculo que presentó este martes en el Mercat de les Flors, dentro del Grec. Hablamos, después de todo, de un concierto, ‘Panikkar, poeta i fangador’ (titulado en honor al centenario del nacimiento del filósofo y teólogo Raimon Panikkar), aunque a través de sus canciones Pujol nos lleve a planos trascendentes y nos hable del advenimiento de una nueva conciencia.

El recital siguió un ciclo de cuatro capítulos que simbolizaban el nacimiento, el crecimiento, la muerte y una nueva vida, la “auténtica”, en diálogo horizontal con el otro a través de una “nueva inocencia” y de la confluencia de los valores de occidente y oriente. Dicho así puede sonar espeso o cargado de pretensiones, pero lo que caracteriza el espectáculo no es tanto el peso de un discurso sino el modo liviano, poético y hermoso con que Pujol funde canciones sustanciosas con una cuidada puesta en escena.

De Raimon al ‘Llibre vermell’

Un árbol de profusas raíces, pocas ramas y un único brote verde, y un recipiente con agua en flujo giratorio, así como un simpático perrito poco impresionable por los aplausos, fueron los metafóricos cómplices de la cantante en este viaje interior. Y, claro, los músicos, seis, entre ellos instrumentistas como Dani Espasa (piano) o Pau Figueres (guitarra), que elaboraron las minuciosas tramas de un repertorio que abrió ‘He mirat aquesta terra’, de Raimon. Composiciones de origen popular y adaptaciones poéticas con músicas de Òscar Roig, mantras con resonancias medievales y una cita al ‘Llibre vermell de Montserrat’ fueron jalonando el proceso vital de la mano de una Lídia Pujol que irradiaba luz por sí misma y que vimos en un momento vocalmente pletórico.

Cancionero muy delicado con picos de intensidad en ‘Hi ha gent’, del poeta Joan Vergés, la tradicional ‘El testament d’Amèlia’ y ‘Morir’, de Maria Mercè Marçal. Y en las tres adaptaciones de una autora, la malograda Cecilia, identificada como creadora de espíritu libre, que en su día chocó con tantas pautas. La última de esas piezas, ‘Nada de nada’, lanzó un mensaje de afirmación a través de la colectividad, cubriendo el Mercat de luz benefactora y sellando un bello espectáculo.