CRÓNICA DE FESTIVAL

Cruïlla BCN: Jack White, jugando todas las cartas

El ex The White Stripes exhibió variedad de recursos en la noche más rock de Cruïlla, que completaron Bunbury y Seasick Steve

Jack White, en el festival Cruïlla BCN

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Juan Manuel Freire

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Clima relajado y espacio vital de sobras en la jornada inaugural del Cruïlla, la más rock de este año. Solo tres nombres, más un par de bandas de calle (Always Drinking Marching Band y Rolling Vives Collective) que animaron los quizá excesivos 45 minutos de espera entre actuaciones.

El encargado de calentar el ambiente fue Seasick Steve, veterano 'bluesman' que sabe hacer un ruido importante con guitarras a veces rudimentarias, construidas por él mismo, que pueden tener tres cuerdas o incluso solo una, como se estilaba en el blues del Delta. En la misión de propiciar sordera y diversión le acompañaron el batería sueco Dan Magnusson y otro grande de las seis o menos cuerdas, Luther Dickinson, de North Mississippi Allstars.

Repertorio impositivo pero festivo, con excepción de la melancólica 'Walkin' man', serenata que quiso cantar, como de costumbre, a una mujer traída del público; esta vez puede que demasiado joven para él. Y entre los temas, dos inéditos: el boogie funk 'Young blood' y uno sobre su tirria al invierno, esa estación que para otros es sueño lejano.

Virtuosismo maníaco

Antes de irse, Steve (Wold) recordó el placer de haber grabado en el estudio de Jack White, uno de sus principales mecenas y siguiente plato de la jornada. Como Wold, White vino al Cruïlla con claras ganas de divertir. También de demostrar su capacidad para tocar múltiples palos (blues, funk, country, power pop) con virtuosismo maníaco. A su lado, una banda feroz que incluye a Carla Azar de Autolux en la batería y Quincy McCrary (ex Unknown Mortal Orchestra) como uno de dos teclistas.

Observado en todo momento por una niña sentada al lado izquierdo del escenario (alguien quiso ahorrarse canguro), White alternó entre géneros con entusiasmo, saltando de los riffs thrash de 'Over and over and over' al funk de 'Corporation' y de ahí a una más country que nunca 'Hotel Yorba', de su vieja banda The White Stripes.

El concierto fue especialmente entretenido en su segunda mitad, cuando la exhibición instrumental y las estructuras retorcidas cedieron espacio a la concreción pop. Hubo grandes tomas de 'The hardest button to button', 'Just one drink' (precedida por el consejo de White de probar el Satan's Coffee del Gòtic), 'We’re going to be friends', 'Steady, as she goes' (de su proyecto paralelo The Raconteurs) y, como colofón loco, 'Seven nation army'. Media hora después, los 'lo-loró-lo-lo-lo-looo' todavía resonaban por el Parc del Fòrum.

Todos los Bunburys

"Esperamos que el repertorio que hemos seleccionado para ustedes esta noche sea de su agrado", dijo Bunbury, con elegancia de mayordomo de 'Downton Abbey', poco después de arrancar su nuevo asalto al Cruïlla, donde ya impuso su ley en el 2016. Fue una selección que no debió de defraudar a nadie, porque incluyó éxitos de Héroes del Silencio ('Héroe de leyenda', una tribalista 'Maldito duende') y extractos de todas las épocas en solitario del zaragozano; o casi: ni rastro del giro electrónico de 'Radical sonora'.

El todavía gran ídolo empezó defendiendo el art-rock moderno de un último disco, 'Expectativas', en el que no cuesta rastrear influencias (conscientes o no) de The Bad Seeds. Como White, Bunbury desplegó variedad de registros e interés por la larga historia y toda la amplia geografía de la música popular. Siempre bien apoyado por su rotunda banda Los Santos Inocentes, probó con el trote glam ('La actitud correcta'), flirteó con la rítmica disco ('El anzuelo'), rebuscó entre raíces rock ('El hombre delgado que no flaqueara jamás') y reabrió las puertas de su cabaret (varios éxitos del disco 'Pequeño'). Todos los Bunburys. Casi todos.