CRÍTICA DE CINE

'La cámara de Claire': una ligera reflexión

Siendo lúdico, el filme de Hong Sang-soo es también un excelente estudio sobre la fragilidad de los sentimientos, lo difícil que es mezclar amor y trabajo, los celos y la capacidad de renovación cuando aún hay ganas de renovarse

Quim Casas

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La consideración de película menor en la obra de un gran autor es siempre relativa. En el caso de un cineasta como el surcoreano Hong Sang-soo, que poco a poco ha ganado el espacio de las salas de distribución tras ser solo carne de festivales y ediciones en DVD, lo es aún más. 'La cámara de Claire' se ha considerado una película accesoria, rodada rápidamente (durante la celebración del festival de Cannes de 2016 para que pudiera estar a punto en la edición del siguiente año del certamen francés), y casi en forma de divertimento. ¿Pero qué película de Sang-soo, siendo también muy reflexiva, no es igualmente un divertimento? ¿Y cuánto tiempo ha invertido en los rodajes de 'Ahora sí', antes no o 'En la playa sola de noche'? ¿Mucho más que en el de 'La cámara de Claire'? Diría que no.

Sus guiños europeos, materializados una vez más, además del contexto de Cannes, en la presencia de Isabelle Huppert (con la que ya rodó en 2012 'En otro país', su primer filme estrenado en España gracias, indudablemente, a la presencia de la actriz francesa), facilitan las cosas. Pero no son guiños ideados exclusivamente para una mayor repercusión de sus películas. Todo tiene mucho sentido en 'La cámara de Claire', relato habitual en Sang-soo en torno al desequilibrio amoroso con trasfondo cinematográfico (en esta ocasión un triángulo formado por un director, la agente de ventas de su productora y la asistenta de esta, a la vez amante ocasional del realizador) con proyección eminentemente autobiográfica: Sang-soo y la actriz que encarna a la asistente, Kim Min-hee, han vivido una situación parecida con una considerable repercusión social en su país.

'La cámara de Claire' es una de las tres cintas que Sang-soo rodó el año pasado. A trabajador y creativo no le gana nadie. Porque todas son buenas como mínimo. Evidentemente, esa consideración surge si entras en el juego minimalista y de carácter observacional propuesto por el cineasta en sus ficciones. Huppert, que encarna a una turista ocasional que comenta no haber estado nunca en Cannes (una situación agradable e irónica teniendo en cuenta el papel enorme de la actriz en este festival, donde ha ganado dos veces el premio a la mejor interpretación femenina y ha sido presidenta del jurado), pasa ligeramente, ingrávidamente, por la historia. Pero es, al mismo tiempo, la pieza esencial para que todo encaje de forma admirable en esta historia donde se mezcla el cine, el amor, el desamor, la frustración, el desengaño, la amistad y la relevancia de la imagen fotográfica.

El personaje de Huppert, la Claire del título (¿un homenaje a 'La rodilla de Claire' de Éric Rohmer, aunque la máxima referencia de la Nouvelle Vague para Sang-soo sea François Truffaut?), asegura que una persona no vuelve a ser la misma después de ser fotografiada. Y ella realiza instantáneas Polaroid al resto de personajes y, de un modo u otro, cambian para lo que queda del filme. La propuesta es deliciosa. Entendamos este término en su aplicación más hedonista antes que cursi. Pero siendo un filme lúdico, es también una excelente reflexión sobre la fragilidad de los sentimientos, lo difícil que es mezclar amor y trabajo, los celos y la capacidad de renovación cuando aún hay ganas de renovarse. Como el cine del propio Sang-soo, que parece siempre el mismo, pero a cada nueva entrega es distinto y, lo más importante, mejor.