ENTREVISTA

Lav Díaz: "Mi Dios es la fe en el cine"

Lav Díaz, fotografiado este martes en Barcelona

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Juan Manuel Freire

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La Filmoteca de Catalunya y el festival Grec colaboran en un ciclo dedicado a este cineasta filipino conocido por películas de larga duración y honda resonancia. La historia de su país, pasada y presente, explorada a través de códigos genéricos que delatan la sombra de Hollywood. Hablamos con el director.

¿Por qué se usa "lento" como adjetivo peyorativo? ¿Cuándo se decidió que a partir de ahora sería siempre así?

Sé a lo que se refiere. Pero ni siquiera he pensado nunca en mi cine como lento, sea ese un adjetivo positivo o peyorativo. Tampoco creo que mis películas sean largas. Para mí el cine es una forma libre, con el que me expreso como quiero. Es algo muy personal. En cierto modo, ni siquiera pienso en el público. Yo solo quiero hacer cine. Y tratar de representar partes de la cultura filipina y euroasiática, sin dejar de ser universal. Pero nunca me he planteado hacer cine lento.

Se habla mucho de 'slow cinema', pero no tanto de 'fast cinema'.

Sí, eso es verdad, porque se entiende que ese 'fast cinema' es el cine. Si trabajas fuera de esa idea, no haces cine a secas. No sé por qué. Hollywood es muy impositivo, realmente. Su hegemonía es tal que la gente identifica automáticamente Hollywood con cine. Es trabajo de los periodistas como usted, en parte, cambiar esa perspectiva. Hay que dejar de usar el término 'slow cinema'.

Sus películas ofrecen la posibilidad de habitar una realidad diferente, al menos para el público no filipino, durante algunas horas. Son experiencias inmersivas.

Si miras algo durante ocho horas, como con 'Melancholia', acabas inevitablemente sumergido en ese clima. Es algo muy físico. Requiere un compromiso por parte del espectador.

¿Puede el espectador actual pasar ocho horas sin mirar el móvil?

Espero que sí. Quizá se podría poner un sistema de masaje en las butacas (risas). Como compensación por durar tanto ahí. Si no, seguirá pasando lo mismo que ahora… Algunos programadores convierten mis filmes en episódicos y los proyectan por partes.

En la Filmoteca, 'Melancholia' y 'Evolution of a Filipino family' se verán en dos partes en días separados.

Es un poco triste, pero puedo comprender las complicaciones de forzar a la gente a estar tanto tiempo sentada delante de la pantalla. Para mí deberían verse enteras.

Según David Lynch, la imagen debe dominarnos. Y no debemos ser nosotros los que la controlemos…

Algo tan sencillo, ahora. Con cuatro botones dominas la película. Creo que las nuevas generaciones no verán el cine como las anteriores. Netflix está cambiando el modo de verlo, también.

Su compatriota Brillante Mendoza ha colaborado con esa plataforma

Ya ha habido ofertas. Siempre les digo que puedo hacer obras episódicas, pero solo si tengo el pleno control artístico. Algunas cosas me irritan, como la necesidad de acabar cada capítulo con un pequeño teaser del siguiente. "¡La cultura televisiva es así!", me dicen. "¡La gente lo adora!". A mí eso no me gusta.

De su cine se destaca la duración de los filmes, su ritmo particular. Eso crea un aura de dificultad que oculta un aspecto importante: suele jugar con géneros muy populares.

Me encantan los géneros. Eso siempre se ha visto en mi obra. La mayoría de mis filmes son, en realidad, de terror. Tratan sobre la terrorífica naturaleza del hombre. Incluso el musical que acabo de hacer ['Season of the devil'] es una película de terror. Trata sobre la oscuridad del período de ley marcial en Filipinas con el presidente Marcos, y cómo ahora ha vuelto a nosotros [en la isla de Mindanao].

¿De dónde viene este amor por el género?

Crecí con el cine de Hollywood, como casi todo el mundo. De pequeño lo veía todo y todavía lo veo. Aunque estoy empezando a cansarme de los superhéroes. Es demasiado. Deberían parar un poco.

¿Cuál es la última película americana que le ha interesado?

Sería 'First reformed', de Paul Schrader. Me gustó. No me gustó el final, pero me gustó mucho.

¿Por qué no le gustó el final?

¡Demasiado romántico! (risas). La cámara girando alrededor de los dos… Pensé que con ese final se cargaba la película. Estuve con Schrader en el festival de Bildrausch hace unas semanas, pero no le dije nada al respecto (más risas). Es su causa. Yo lo respeto. Para mí, todos los directores merecen respeto, también los que hacen serie B. Adoro la serie B. Lo veo todo.

Entiendo su postura. De cualquier película, creo, se extrae algo, incluso de la menos afortunada…

Yo soy feliz con el hecho de entrar en una sala. Después, se trata de estar abierto a la experiencia. El cine siempre te da algo. Pero hay que ser abierto, fluido, no tener resentimientos ni prejuicios. Cuando empieza la película me sacudo todas mis preconcepciones.

¿Dónde suele encontrar la inspiración para sus filmes? A veces, parece que haya cogido una noticia del diario y la haya ampliado hasta crear un gran lienzo humano.

Es muy fluido, también. En el caso del musical 'Season of the devil', estaba escribiendo una película de gánsters por encargo. Me encantaba la idea, porque quería hacer un film noir desde hace tiempo. Mientras escribía, no dejaba de oír, leer y ver cosas sobre lo que pasaba en mi país, y empezaron a salirme canciones. Envié un e-mail a mi productor y le dije: "¿Podemos usar el dinero para hacer un musical sobre lo que pasa en Filipinas ahora mismo?". Me contestó: "Adelante”. Dos meses después, estábamos rodando.

"Para mí, todos los directores merecen respeto; también los que hacen serie B"

A menudo establece paralelismos entre la historia pasada de Filipinas y el momento actual. ¿Entiende el cine como un correctivo contra el olvido?

Sí, sí. El ser humano tiene esa enfermedad, se empeña en perpetuar la autodestrucción. Es exasperante solo pensar en ello. Desprecio, destrucción… No dejamos de hacerlo. El mundo está liderado por bobos y estúpidos, y lo aceptamos. Tenemos el conocimiento más avanzado, pero no sabemos aplicarlo. En Estados Unidos tienen Harvard y Stanford, todas estas grandes instituciones, a la vez que tienen a Trump. En Reino Unido tienen el Brexit. ¡Está pasando! Es increíble.

Parece muy interesado en las historias de redención. ¿Es por su educación católica?

Quizá viene de eso. En mi familia éramos católicos. Digo éramos porque ya no lo soy. Pero cuando era pequeño, la religión era importante. Puede que de ahí venga mi interés en la redención.

¿Cree ahora en algún Dios?

Creo en la humanidad. Y creo en el cine. Mi Dios es la fe en el cine. Para mí Dios significa tener fe en la vida, en el cine, en el hombre. Eso es Dios para mí.

Ah, por curiosidad: ¿es esta su primera visita a Barcelona?

Sí, lo es. Estoy muy contento de estar aquí. Barcelona es parte de la historia de Filipinas: nuestro héroe nacional, José Rizal, fue arrestado aquí, reembarcado a Manila y fusilado. El Movimiento Propaganda se construyó en gran parte en Madrid y Barcelona. Tenemos una conexión. Eso por no hablar del gobierno colonial español, claro está. Estuvimos bajo el yugo de España durante casi cuatrocientos años.