La danza 'made in Taiwan' toma el Grec

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Marta Cervera

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Los bailarines de Cloud Gate Dance Theater, la principal compañía de danza de Taiwan se mueven por el escenario con la misma delicadeza de la tinta china sobre el delicado papel de arroz. Una bella simplicidad, solo sencilla en apariencia, impregna todos los movimientos de los veinte intérpretes que han viajado hasta Barcelona para presentar este martes y jueves en el Teatre Grec 'Pine smoke'. Música del compositor norteamericano John Cage acompaña está coreografía de Lin Hwai-min, coreógrafo autodidacta fundador del aclamado conjunto asiático. 

"La gente que nunca nos ha visto se queda sorprendida al principio. Necesita un tiempo de adaptación para entender nuestro lenguaje", confiesa, feliz de haber abierto la puerta a otro tipo de danza contemporánea basada en la filosofía oriental. La meditación, las artes marciales y el Chi Kung se entrelazan en escena en una obra cuyo título hace referencia a  a  una práctica muy antigua: quemar troncos de madera de pino para producir una tinta negra, "considerada como la mejor tinta que pueda haber".

En este espectáculo, como en los dos anteriores vistos en Barcelona 'Moon water' (Grec 2007) y 'Wild cursive' (Grec 2010), sigue fiel a su filosofía: "Busco la belleza y la simplicidad. La vida ya es suficientemente loca y complicada".

En el escenario los bailarines juegan con movimientos curvilíneos, como la caligrafía china. "Se mueven haciendo círculos con su cuerpo, casi como de espiral, como si fueran una pluma, jugando con espacios en blanco, dándoles intensidad". 

El espectáculo está concebido como un viaje que invita a dejar volar la mente y de los sentidos. Es una pieza llena de contraste. Por un lado hay un elogio a la la lentitud "con movimientos casi imperceptibles de los bailarines". Por otro, "movimientos mucho más intensos y activos". La relajación y el control de la respiración son primordiales en su trabajo. Por cierto, quien quiera saber más acerca de las técnicas que utilizan puede aprovechar la clase de Chi Kung que el maestro Lin ofrece este miércoles en la Fundació Miró. Están abiertas para todo el mundo de 15 a 65 años. Solo hace falta llevar zapatos cómodos.

La gran mayoría de sus bailarines son jóvenes. Pero aun perduran en la compañía intérpretes muy veteranos, de 46 y 48 años. "Elegir un bailarín es como casarte. Primero te has de enamorar y no solo elijo yo, también ellos. Y no somos una compañía fácil", señala consciente del reto que supone aprender a trabajar con Cloud Gate. Lo más difícil para los recién llegados es adaptarse a su filosofía. "Acostumbrados a saltar y hacer piruetas porque todos estudian técnicas occidentales, lo primero que les digo es: "siéntate y relájate". A partir de ahí aprenden a trabajar desde otra perspectiva, con movimientos muy lentos. 

Retirada a la vista

Esta visita seguramente la última para Lin. A finales del año próximo el director dejará Cloud Gate en manos de Cheng Tsung-lung, director artístico de Cloud Gate 2. A diferencia de los norteamericanos Merce Cunningham o Trisha Brown, quiere que su compañía siga adelante sin él. "No quierto que nadie continúe mi linea de trabajo porque la gente joven ha de tener voz propia. Ellos han crecido con internet, yo no. Necesitamos un coreógrafo capaz de comunicar con las jóvenes genéraciones, algo clave para sobrevivir", destaca Lin.

No tiene ni idea de lo que hará cuando deje la compañía a partir del 2020. "Me dedicaré a limpiar platos y ver todas las series que me dé la gana", bromea. O no. Quiere hacer otra cosa. "A los 26 dejé de dar clases en la universidad para fundar Cloud Gate. Ahora, tras 45 años, he de aprender a vivir sin ella y descubrir qué quiero hacer. Me da cierto miedo, lo admito."

Nacido en 1947 si de algo se siente orgulloso es de la supervivencia de una compañía contemporánea, la única profesional de Taiwan que ha logrado mantenerse a flote desde su fundación. "Cada paso ha sido importante. Nunca soñamos en bailar en Nueva York, París o Barcelona. "Soy hijo de la generación de los años 60. Al principio nuestra intención solo era actuar para la gente de las comunidades agrícolas y para los estudiantes". Siempre ha considerado la danza como una herramienta útil. "En el campo la gente disfruta con los espectáculos, captan su esencia y toda su belleza". Y añade: "A veces se tiende a pensar que la danza es algo intelectual y no es eso".