CRÓNICA DE FESTIVAL

They Might Be Giants, la música como juego

La institución indie-pop desplegó un puñado de estribillos e ingenios encantadores en el Vida Festival

festival  vida they might be giants

festival vida they might be giants / MIKA KIRSI

Juan Manuel Freire

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"No hemos venido a Barcelona lo suficiente", reconocía el guitarrista John Flansburgh poco después de arrancar en el Vida el concierto de They Might Be Giants, proyecto que comparte ¡desde hace 35 años! con otro John, el teclista John Linnell. No han venido lo suficiente, pero saldaron la deuda con su proverbial entusiasmo, energía infinita y buenas dosis de delirio.

La fiesta arrancó con el vídeo de 'Walk this way', clásico rap-rock de Aerosmith y Run-DMC, proyectado en pantalla con canción de They Might Be Giants por encima: maqueta de 'Last wave', single de un reciente disco explícitamente titulado 'I like fun' ('me gusta la diversión'). Dispuesta la banda sobre el escenario, sucesión imparable de clásicos de ayer y hoy, del básico 'Birdhouse in your soul' a una 'Let’s get this over with' en la que Linnell se estrenó al acordeón; del power pop crujiente de 'All time what' al 'oldie goldie' 'Your racist friend'; de su apropiación de 'The lion sleeps tonight' (The Tokens) a otra versión, 'Istanbul (Not Constantinople)' de The Four Lads. Entre medias, convirtieron al público en parte de una orquesta bastante freak o se marcaron un 'fade out' en vivo, reivindicando el afán de juego como solución a todos los males. No hay que dejar de ser el niño que fuiste; o no del todo.

Explícito Pla, sutil Beam

Bajo el sol de media tarde, Elvis Perkins y su banda, que incluye a Danielle Aykroyd (hija del cazafantasmas Dan Aykroyd) como bajista, tuvieron ciertos problemas para reencontrarse con ese niño interior. Su folk psicodélico sonó casi demasiado espeso. O quizá solo fuera la percepción de este cronista, sin espléndidos sombreros como ellos y con la cabeza a punto de gratinar. El Petit De Cal Eril tuvieron más suerte con su escenario: en La Cova, a la sombra de los árboles, disfrutaron e hicieron disfrutar con el repertorio de 'el disc triangular', pura estilización, dinamismo, ensoñación; lo mejor de Joan Pons hasta la fecha.

Un rato después, Albert Pla se subía a El Vaixell para desgranar un repertorio bastante explícito (drogas, sexo, escatología) ante un público con bastantes niños. Empezó cantando sobre un ligue célebre ('Antònia Font') y su intención de casarse con infanta ('Majestad', ya con ayuda del gran guitarrista Diego Cortés); pero la canción romántica, anunció, era 'La sequia', esa que empieza con "tens paper de vàter enganxat al cul de l'última cagada…".

Más clásicamente romántico es Iron & Wine, alias del cantautor folk Sam Beam, ayer con banda más jazz y de cámara que rock. Luchó por imponer su sutileza ante un murmullo insistente: dolía un poco escuchar cómo sus armonías vocales con Elizabeth Goodfellow (batería) y Eliza Hardy Jones (teclados), especialmente preciosas en 'Last night', se ahogaban en un mar de conversaciones. La tensión de 'Boy with a coin' acalló un poco las voces, pero no del todo. Frustración. 

En la tercera (y última gran) jornada del Vida Festival brillaron también el pop ahora especialmente urbanita de Josh Rouse, quien merecía quizá un escenario más amplio que La Cabana; la psicodelia de múltiples caras de Hookworms; la rabia emo-punk-hardcore-grunge de Mourn, que ayer sonaron a unas jóvenes Sleater-Kinney; u Of Montreal y su glam-rock cruzado con electro-pop.