ARTISTA REVELACIÓN

El Sebas de la Calle presenta sus rumbas de chatarra y cromo

El cantante barcelonés, evocador del sonido quinqui, presenta en Razzmatazz 2 su segundo disco, 'Mi verdad', número 12 en las listas de ventas sin el más mínimo apoyo mediático

El Sebas de la Calle, fotografiado en Barcelona

El Sebas de la Calle, fotografiado en Barcelona / periodico

Luis Troquel

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Hay quien piensa que en 1984 toda España escuchaba casi exclusivamente la música de La Movida. Pero entre otros muchos ritmos y melodías, había un género de masas en plenitud: la llamada rumba quinqui vivía todavía su particular y prolongada edad de oro. Ese mismo año venía al mundo Sebastián Pallarés Santos, quien aún tenía que pisar mucho asfalto antes de llegar a ser conocido como El Sebas de la Calle. Esquina a esquina, rumba a rumba, ha terminado cambiando la chatarra por la guitarra. Literalmente. Aunque no de un día para otro…   

Sin el más mínimo apoyo mediático, ahora ha entrado directamente al número 12 de las listas de ventas con su segundo disco oficial: Mi verdad. Y en el primero puesto en su categoría de Amazon. "Mi público viene desde abajo, desde el primer escaloncito subiendo conmigo poquito a poco. Ellos y yo estamos creciendo juntos, a la misma vez", afirma El Sebas de la Calle, que este sábado actuará en Barcelona; junto al grupo instrumental, que también desde  hace tiempo siempre le acompaña, en la sala Razzmatazz 2

Nació en el Baix Llobregat, donde desde hace mucho vuelve a vivir, aunque a los siete años la familia se trasladó a la zona barcelonesa de Camp de l'Arpa. De padre catalán y madre extremeña, creció fascinado por la música que en aquellas cintas de hierro y cromo escuchaban. "Chichos, Chunguitos, El Junco, Parrita, Peret, Chacho…. Las oí tanto que quise conocer más y más cosas de este estilo. Empecé buscando en una tienda que había por Maragall….", recuerda. ¿El Yelmo? "Sí, esa…. Allí habían casetes del Pelos y los Marus, Bordón 4, Rumba 3. Y cuando ya no encontré más me aficioné a ir a los Encantes a comprar viejos vinilos, que gracias a un tocadiscos que encontré en la basura conseguía escuchar".

Lleva cantando y tocando desde preadolescente, pero ha hecho de todo antes de poder dedicarse a la música. "Buscándome la vida por los mercados, vendiendo por las barriadas, trabajando de barrendero, en una fábrica, y sobre todo, recogiendo chatarra. Al final era vivir en dos mundos". El fin de semana cantaba en garitos pasando esa gorra que siempre lleva para, al día siguiente, volver a recoger chatarra con su furgoneta.

Sonido quinqui

De ojos azules y voz hosca y penetrante. Aunque al escucharlo pueda parecerlo, no es gitano. Aunque sí lo es la madre de sus hijos, con quien se casó cuando él tenía 17 años todavía. "No confiaba en mí mismo porque me decía: estoy cantando cosas que no son de esta época, que a mis propios colegas no les van".

Tardó en advertir que había un doble factor diferencial entre sus canciones y las de esa era quinqui a cuyo sonido tanto evocan. Por un lado, la mayoría de letras corresponden a sus propias inquietudes. "Escribirlas es como decirle a todo el mundo algo que jamás contaría a nadie". Por el otro: "Tanto los acordes, como las melodías y mi forma de cantar son de rumba flamenca, pero la rítmica que hago con la mano derecha a la hora de ventilar es de rumba catalana".

A principios de esta década grabó una maqueta. "Llegamos a vender creo que 4.000 copias. Mi hermana se iba con el carro de la compra lleno de cedés a Correos, porque lo distribuíamos nosotros". Con lo que seguía ganando con la chatarra se pagaba videos, varios de los cuáles sobrepasan el millón y medio de visionados en Youtube. Rumbas callejeras de sinceridad pura y dura con las que proclamar, una vez más, Mi verdad.  

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