crítica

Imposible teoría del hombre

En una de las novelas más destacadas de la última producción italiana, una generación entera se mira en el espejo de una vida

El escritor italiano Francesco Pecoraro.

El escritor italiano Francesco Pecoraro. / periodico

Enrique de Hériz

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Un ingeniero de 79 años llamado Ivo Brandini espera en el aeropuerto de Sharm el Sheik el embarque del avión que ha de llevarlo de vuelta a Italia. Ha acudido a Egipto para encargarse de un proyecto de sustitución del coral marino muerto por una imitación sintética.

Durante la espera y el posterior vuelo, la voz del narrador y la del propio Brandini emprenden un viaje inverso por el curso de su vida para llegar -en capítulos que grosso modo encapsulan un suceso de cada década- a los albores de la infancia. Se duplican las voces y las técnicas: narrador y personaje se interpelan y el discurso narrativo cede el paso con naturalidad a los monólogos de corte más filosófico o sociológico.

El lector sabe desde el principio -aunque el propio personaje lo ignore- que el cuerpo del ingeniero alberga un tumor causado por una ameba que acabará con su vida. De modo que también el viaje narrativo es doble: hacia la infancia, por un lado; hacia el fin, el fin de todo, por el otro. Brandini, como cualquier europeo de su edad, cuenta con una particularidad biográfica reseñable: forma parte de la primera generación "libre de trauma". No ha conocido la guerra, aunque sí, como se nos narrará en uno de los capítulos retrospectivos, las últimas penurias de la posguerra tras la segunda mundial. La noción de lucha impregna todas las páginas, desde el nivel histórico (Brandini tiene una relativa obsesión con el episodio de la toma de Constantinopla, en 1453) hasta el nivel molecular ("toda una población inconmensurable de parásitos, sordos y ciegos a cualquier estímulo que no procediera del universo vital, ponían en práctica sus estrategias para contaminar al mayor número de organismos posible", se nos anuncia al principio); pasando incluso por el hormonal (casi al final se nos advierte de que "un hombre nunca se hace adulto de verdad hasta que disminuye la producción de testosterona", contraponiendo la carga de la sexualidad con la posibilidad de lucidez mental). Hay, en resumen, una visión darwiniana que mira más allá de lo individual para decirnos que vida y paz configuran una contradicción irresoluble. La paz aparente es una guerra silenciosa por el poder. Una guerra universal: todos contra todos.

'La vida en tiempos de paz' es la novela del desencanto de toda una generación que quiso hacer la revolución hasta que encontró la manera de adaptarse al modo de vida que pretendía derrocar. Es, inevitablemente, una novela pesimista. Y moralista: a menudo nos regaña, quizá en exceso. Sólo el mar redime, en algunos momentos, a sus personajes. Tiene, por otra parte, una excelente elaboración novelística gracias a algunas características de su protagonista. Brandini es ingeniero porque en algún momento de su juventud renunció a su pasión por la filosofía. Su mirada quiere ser pragmática, realista, casi mecánica. Le obsesionan el caos y la catástrofe. Le interesa el homo faber. Nos entretiene con fascinantes descripciones mecánicas sobre la ingenería de aviones y puentes, o sobre el desorden urbanístico de Roma. Y sobre todo, lamenta la imposibilidad de matematizar lo orgánico, de construir una teoría del hombre que, de ser posible, contendría en su centro la idea de la lucha permanente.