CRÓNICA

Alva Noto & Ryuichi Sakamoto: un cierre sublime del Sónar

El músico electrónico alemán y el compositor japonés alcanzaron el cénit de su trabajo en común con el espectáculo audiovisual minimalista 'Two', el domingo en el Teatre Grec

Ryuichi Sakamoto y Alva Noto, en el Teatre Grec

Ryuichi Sakamoto y Alva Noto, en el Teatre Grec / periodico

Julián García

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Una bandada de pájaros cruzó el cielo del Teatre Grec emitiendo una batería de graznidos que, por un instante, rompieron el silencio borrascoso con el que operaban el músico electrónico alemán Carsten Nicolai, alias Alva Noto, y el compositor japonés Ryuichi Sakamoto. Lo que podría haber sido una incómoda interferencia se convirtió en extraño aliado del cierre de la 25ª edición del Sónar, una experiencia artística procedente quizá de otra dimensión del espacio y del tiempo que sublimó los más de 15 años de relación musical entre el explorador científico del sonido y el pianista oriental. Rehuyendo cualquier guion en su espectáculo Two, la pareja se dejó arrastrar por las aguas de la improvisación, siguiendo la pauta de su último trabajo en común, Glass, en el que rinden homenaje al arquitecto estadounidense Philip Johnson y su fabulosa Casa de Cristal de Connecticut con una pieza de casi 40 minutos de arte sonoro abstracto y ambient drone minimalista.

Noto y Sakamoto ya habían visitado el Sónar en dos ocasiones previas: la primera, en el 2006, para presentar Insen en el Auditori; la segunda, en el 2011, para hacer lo propio con Summvs en el Teatre Grec. A punto ya de dar por concluido su proyecto artístico en común, caracterizado por la combinación de sonidos de piano y su posterior procesamiento digital, la pareja volvió a llenar el anfiteatro hasta la bandera con un público  que mostró su respeto reverencial de principio a fin. No se oyó ni a una mosca ni una tos, solo las aisladas bandadas de pájaros en viaje migratorio y algún ladrido de perro asustado. Y el grito de un espectador que  resumió la percepción general con un sincero "brilliant!", sin más. Sí se advirtió, en cambio, una carga de energía e ingravidez que hizo de la velada algo de lo que quizá se hable en la edición número 50 del Sónar, cuando las inteligencias extraterrestres del exoplaneta GJ273b contesten a la señal enviada por el festival.

Ya desde el principio, con Sakamoto curvado sobre las tripas del piano y haciendo crepitar con las manos objetos físicos como conchas, cantos o papeles, y con Nicolai manipulando osciladores y generadores de tono desde una gran mesa blanca, se percibió la condición mutante de su propuesta (glitches, crepitaciones, sonidos oscuros de sintetizador, cristales tintineantes, percusiones rotas) a diferencia de las sonoridades más acústicas, más pianísticas, de otras propuestas previas de la pareja. 

Proyecciones de belleza matemática

De fondo, a la espalda de los dos músicos, una fina pantalla proyectaba imágenes de belleza matemática, como puertas interdimensionales, diseñadas por Alva Noto. El dúo tiene previsto ofrecer tres conciertos de Two en todo el mundo, y el del domingo en Barcelona -fruto de la colaboración entre el Sónar y el festival Grec- nada tuvo que ver con el de hace unos días en Berlín, deconstruyendo su repertorio hasta hacerlo casi irreconocible. De entre el océano de estímulos sonoros y visuales, se pudieron captar fragmentos a piano de El cant dels ocells, de Pau Casals, o de la serie Música callada de Frederic Mompou. A ratos parecía que sonaban notas de su versión de By this river de Brian Eno, a ratos se intuían extractos de Morning, en un ejercicio microscópico y mayúsculo al mismo tiempo, que mostró a un Sakamoto en perpetua evolución y experimentación, desafiando los logros del pasado, y a un Nicolai como siempre marmóreo, preciso, matemático, capaz de despojar al sonido electrónico de cualquier capa y dejarle el tuétano al descubierto. Química magistral.

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