CRÓNICA
LCD Soundsystem, fiebre disco-punk en el Sónar
El grupo neoyorkino encendió al público de Fira Montjuïc con su ritmo invasivo y su reciente 'American dream'
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
La jugada de separarse con cierto teatro en el 2011 para reaparecer entre vítores solo cuatro años después le ha salido bien a LCD Soundsystem, y el disco fruto de su regreso, ‘American dream’, aporta alimento para los más escépticos de la clase. Sus sacudidas rítmicas a base de funk y texturas robóticas, con destellos de desvarío, se llevaron este sábado en volandas al público que llenó el recinto de Fira Gran Via, en la noche de cierre de este Sónar de 25º aniversario.
Un festival que conocen bien y en el que jugaron sus cartas de clásico generacional, recambio del pos-punk originario (el de 1979) abierto al baile enfebrecido, con guitarras airadas y bajos y bases electrónicas heredados de New Order: ese 'You wanted a hit' de 15 minutos, arrollador y con un James Murphy en desatado trance, envolviendo su reflexión (más o menos) poética sobre la naturaleza del éxito.
Citaron brevemente a Kraftwerk ('Radioactivity') camino de un corpulento 'I can change' y de la robusta cita al nuevo disco de 'Call the police'. Sintéticos, sí, pero también muy guitarreros en la repesca de 'Yeah', y como siempre tocados por el verbo indolente de James Murphy, seco y altivo en la encantadora tradición del siempre recordado Mark E. Smith.
De África a Japón
La propuesta con poderío físico (y algunos atascos) de LCD Soundsystem reanudó la fiesta en un Sónar que antes, en el recinto diurno de Fira Montjuïc, brindó menús de signo muy variado, entre ellas el funk electrónico, de complexión sensual y puntos de fuga cósmicos, labrado compás a compás por el abrumador batería nigeriano Tony Allen. Cómplice de Fela Kuti en los albores del afrobeat, a principios de los años 70, Allen tejió un repertorio mano a mano con la voz y los teclados de otro veterano, Amp Fiddler, a través de un 'groove' sustancioso con margen para la improvisación.
Y los fans del pop japonés pudieron disfrutar de un artista de referencia, Keigo Oyamada, más conocido como Cornelius, con más de 20 años de carrera en solitario en constante evolución, coronada por ahora con un refrescante disco reciente, 'Mellow waves'. Con él y su grupo volvió el formato de canción al festival: artefactos con un aire imprevisible, regados por capas de electrónica efervescente y guitarras que podían ponerse airadamente metaleras. Un ídolo exótico para esta última tarde del Sónar 2018.
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