CRÍTICA DE CINE

'Normandía al desnudo': Retrato amable de un conflicto

La cinta está atravesada por esa línea amable que muchos cineastas franceses no se atreven nunca a cruzar y arriesgar más

Quim Casas

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Existen varias películas distintas en 'Normandía al desnudo'. Una de ellas es una comedia dramática y de tintes costumbristas sobre la crisis agrícola en Francia, con situaciones de tensión y choque entre quienes quieren activar la huelga de los agricultores de una zona castigada de Normandía y los que prefieren actuar de forma más pausada. Hay otra, el choque cultural entre los habitantes de la zona y el fotógrafo anglosajón y su séquito, imposibilitados de coger el avión al estar cortadas las carreteras, sin verdadera capacidad para entender del todo los problemas ajenos.

'Normandía al desnudo' es igualmente un filme sobre los prejuicios de clase, la diferencia entre campo y ciudad, la rentabilización del arte (en este caso fotografías de desnudos) como reclamo social y político la visión de un matrimonio desde la perspectiva de su hija adolescente, algo así como una comentarista tranquila y reflexiva de la historia. La película va de un tono a otro, recuperando personajes y dejándolos en la cuneta, de forma algo azarosa, con buenas ideas argumentales sin homogenizar en un todo compacto. El relato está atravesado por esa línea amable que muchos cineastas franceses, caso del realizador de la cinta, Philippe Le Guay, no se atreven nunca a cruzar hacia el otro lado y arriesgar más en lo que proponen.

François Cluzet, como el alcalde irreductible del lugar, cual galo de los tiempos de Astérix y Obélix, y Toby Jones, muy buen actor algo estigmatizado por su ya la lejana composición de Truman Capote, en el papel del fotógrafo que ama los desnudos, otorgan sangre sabia a personajes demasiado esquematizados desde las cuartillas del guion.