ópera

El mejor Jaroussky con 'Orfeo y Eurídice'

El contratenor deslumbra al Palau con una magistral interpretación del protagonista de la ópera de Gluck

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César López Rossell

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Expectación más que justificada. La presencia en el ciclo Palau 100 del popular contratenor Philippe Jauroussky para interpretar en concierto la mítica ópera 'Orfeo y Eurídice' de Christoph Willibald Gluck, que se acaba de estrenar en París escenificada por Robert Carsen, hizo que se agotaran las entradas. El éxito de su interpretación de las 'Cantatas' de Bach hace dos años pesaba tanto como anteriores recitales en los que tuvo oportunidad de exhibir sus espectaculares pirotecnias y su maestría en el repertorio barroco. En esta ocasión, además, encarnaba al protagonista de la obra según la versión original en italiano estrenada en Viena en 1762, en contraposición de la francesa de 1774 presentada con motivo de la coronación de Luis XVI. El hecho de que la ofrecida en Barcelona sea considerada por los expertos como la mejor propuesta, sobre todo por la calidad del libreto de Rainiero di Calzabigi, hacía aún más interesante una cita que acabó en apoteosis con el público aclamando y batiendo palmas para premiar la exhibición del artista y de todos los participantes en el evento.

Hay que resaltar que Jaroussky, que mantiene intacta la inmaculada belleza de su registro, estuvo muy bien acompañado por I Barocchisti, formación de instrumentos de época dirigida esta vez por un atento Andrea Marchiol, un Cor de Cambra del Palau muy bien ensamblado y con una afinación excelente, y dos sopranos de primera, la húngara Emöke Barath encarnando a Amor con un bellísimo timbre, y la francesa Chantal Santon ejerciendo de Eurídice con solvencia en el plano vocal, pero menos en el dramático.

Desde el momento en el que Orfeo depositó la rosa en la tumba de su desaparecida amada, Jaroussky dominó la escena como pocas veces hemos visto. Transmitió, sin bajar un momento el pistón, la desesperación del mito tantas veces reinterpretado, sirviéndolo con un realismo y sentimiento abrumadores. La expresividad de su canto, en un registro más serio, se apoderó de un Palau sencillamente hipnotizado por la intensidad de las emociones que transmitió. El cantante, que a sus 40 años ha anunciado su idea de explorar proyectos con menos virtuosismo, dejó la sensación de que es difícil pensar en otro Orfeo del calibre que el que ofreció la noche del martes. Ni siquiera las Furias del averno, a las que el héroe acude para rescatar a su amada, pudieron resistirse a tan deslumbrante belleza canora. Cuando recrea el aria 'Che farò senza Eurídice' la sala enmudece de emoción.

Fue una demostración más del talento de un artista que sigue creciendo, con una carrera muy bien orientada. El mejor Jaroussky, sin duda, por el refinamiento de su canto y la intensidad dramática de su interpretación. El público salió levitando tras un concierto que se recordará mucho tiempo.