Claudia Hernández: mujeres con coraje

La autora salvadoreña retrata en 'Roza tumba quema' a tres generaciones de mujeres marcadas por la guerrilla de su país

La escritora salvadoreña Claudia Hernández.

La escritora salvadoreña Claudia Hernández. / periodico

Ricardo Baixeras

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 Tras tres libros de cuentos la primera novela de Claudia Hernández (San Salvador, 1975) es el relato de tres generaciones de mujeres marcadas a fuego por la destrucción y los daños colaterales de un conflicto militar en forma de guerrilla y la pretensión imposible de dar voz a unos cuerpos rotos por una guerra fratricida, reconstruir la libertad de la propia vida, y reconstruir un país que es El Salvador y, por extensión, la de todo un continente.  

Pero el verdadero trauma que esconden estas mujeres es vivir en el mundo, regresar, nombrar a las hijas, conocer los lugares donde protegerse de los militares que violan y matan a destajo y con total impunidad. Como la agricultura de roza, tumba y quema son mujeres itinerantes que renacen de sus cenizas. El mundo masculino es sinónimo de cicatrices inmensas que difícilmente sanarán. Drama de mujeres con armas con las que protegerse del “agitado silencio de los que huyen”. El olor a pólvora cubre los recuerdos de una mujer que lucha por volver al mundo, volver desde París con la hija robada y dar a las que pudo retener unos estudios que les proporcionen una vida mejor. Aquí la mujer está siempre en alerta: “Sabía qué era andar siempre en alerta de todo lo que sucedía a su alrededor: quién subía al bus con ella, quién se sentaba a su lado, quién se bajaba, dónde se bajaba cada persona, quién caminaba a su lado, el reflejo de quiénes se veía en las vitrinas de los locales comerciales por donde pasaba, qué estaban haciendo, qué sonaba en ese momento, cuántos postes había en el camino…”.          

Destaca la perspectiva de la voz que cuenta los acontecimientos. El presente caótico que asola a estas mujeres sin nombre y cuya única condición parece ser el silencio estriba en no poder tener recuerdos porque tener pasado puede destruir la propia vida. Saber mata. Conocer el lugar en el que se vivió en el monte puede significar el final. Aquel presente se cuenta desde un pasado clásico que lucha para convertirse en un condicional que explica hipotéticamente los hechos: “Que la niña fuera la versión femenina del hijo que le habían matado no le servía de nada".  Estas mujeres armadas rozan la heroicidad de quien estuvo vivo, viven para que la tumba que les espera no les queme un futuro por venir que ya les llega tarde.