CRÓNICA

Lorde, un genuino melodrama

La cantante neozelandesa desarmó al público con su personalidad y sus 'hits'

Lorde, en el Primavera Sound 2018

Lorde, en el Primavera Sound 2018 / periodico

Jordi Bianciotto

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Tanto puede ser una emergente diva del ‘mainstream’ más despierto, o un rareza que se ha colado en los ‘hit parades’ por error del sistema, o simplemente, Lorde, una chica de 21 años que se ha abierto paso entre el ruido del mundo valiéndose de una sensibilidad genuina, que rompe barreras y prejuicios. Su paso, este sábado, por el Primavera Sound, con honores de estrella, confirmó el poder de su carisma un poco salvaje, apartado de las casillas ordinarias.

Preguntó qué parte del público era local y cuál venía de fuera y, ante el sonoro predominio del segundo bloque, pareció sentirse mejor. Como si eso reforzara la identidad indeterminada de esas canciones que podrían haber brotado en cualquier lugar ya no del mundo sino de la galaxia. Abriendo con ‘Sober’ y recorriendo su segundo disco, ‘Melodrama’, con viajes al primero como ‘Royals’ (¿inspiradora de ‘Send my love’, de Adele?), la neozelandesa Ella Marija Lani Yelich-O’Connor transmitió una quebradiza fortaleza interior en el contraste de su voz emotiva y la frialdad minimalista de las bases electrónicas.

A su bola

El repertorio incluyó una rareza, la cita a ‘Lost’, de su admirado Frank Ocean, como prolongación de ‘The Louvre’ (en la gira estadounidense ya coló otra pieza suya, ‘Solo’), y se hizo fuerte a través de las tramas bailables de ‘Supercut’  y los ritmos rotos de ‘Perfect places’, con la arrolladora ‘Green light’ como cima. Por encima de todo, ella misma: aunque acompañada de tres bailarines, las miradas no podían alejarse de su figura un poco alocada, de chica que cantaría y bailaría igual aunque no tuviera público. Lo tiene, y parece ir a más.