CRÓNICA de concierto

Nick Cave, tiniebla y músculo en el Primavera Sound

El cantante australiano envolvió el Fórum con la mística de 'Skeleton tree' y arrolló con clásicos como 'Do you love me' y 'The mercy seat'

Concierto de Nick Cave en el primer día del Primavera Sound

Concierto de Nick Cave en el primer día del Primavera Sound / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Comenzó con modos de plegaria, llamando a su hijo Arthur más allá de la muerte entre la oscuridad de ‘Jesus alone’, la canción que abre su último disco, el espiritual ‘Skeleton tree’, para luego alzarse como la bestia encantadora de serpientes que siempre fue. Un concierto con tiniebla y músculo, en el que Nick Cave dio a entender que, aunque el drama personal le haya cambiado para siempre, a su vez le inspira para dar un nuevo sentido a la furia que acompaña a canciones como la segunda que sonó este jueves en el Fòrum, la imponente ‘Do you love me’.

Progresión ‘in crescendo’, que nos trajo al Nick Cave más físico de otros tiempos, arropado por la fuerza titánica de los Bad Seeds, con un Warren Ellis que combinó el violín en éxtasis de ‘From her to eternity’ con la guitarra enfebrecida de ‘Lover man’. Una secuencia arrolladora. Voz de intachable severidad, la suya, ajustándose a la recogida línea melódica de ‘The ship song’, asentada en el piano, y prestándose al diabólico bucle de ‘The mercy seat’.

Comunión colectiva

Un Cave invasivo que bajó luego el tono en un par de brumosas citas al nuevo disco, ‘Girl in amber’ y ‘Distant sky’ (esta con la soprano danesa Else Torp en las pantallas). Y a partir de ahí, aunque la garajera y destartalada ‘Deanna’ volvió a sembrar el desvarío, el concierto fue entrando en otra fase, buscando acaso una cierta comunión colectiva más allá del servicio a una u otra partitura.

En ‘Stagger Lee’, una de sus ‘murder ballads’, invitó a subir al escenario a docenas de asistentes en una larga escena con picos de paroxismo, y que enlazó con la ceremoniosa ‘Push the sky away’, con órgano de iglesia y cantando un fragmento mirando a los ojos de una cara conocida, la de Alfred, de ‘OT’, imprevisto fan colado en el escenario. Un clímax extraño, al que hubiera venido bien un plus vivificante para sellar la noche.  Pero así lo quiso este Nick Cave quizá seducido por la idea de crear, a través de su música y de su banda, un clima compartido con vistas a la trascendencia.