CRÍTICA DE CINE
'Camarón: flamenco y revolución', crónica de un artista total
Un documental que saca a la luz un ingente y atractivo material de archivo tanto de conciertos como de estampas doméstica del revolucionario Camarón de la Isla

Quim Casas
Quim CasasPeriodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Una solea no se canta a las cuatro de la tarde, se canta a las cinco de la mañana, con tres botellas de vino y tres paquetes de tabaco. Esta frase, dicha más o menos de este modo en un momento de la película, define perfectamente el estado de ánimo del flamenco, o de cierto flamenco, y del protagonista del documental. Su subtítulo, Flamenco y revolución, no le viene nada grande. Muchos y muchas cantaores y cantaoras, bailaoras y bailarines, y guitarristas, han aportado su grano de arena a la evolución del cante jondo, pero Camarón de la Isla ofreció la revolución y esta, como es habitual con las revoluciones, no fue bien entendida en su momento.
Pero el tiempo lo cura, disimula y disipa todo, dicen. Y lo que en 1979 fue un sacrilegio para muchos, hoy es un disco esencial. Hablamos de La leyenda del tiempo, título de aquel álbum con el que Camarón (sin de la Isla en la portada) acercó el flamenco al rock y al jazz, la guitarra española a los sintetizadores, como antes el grupo Triana había aproximado el rock al flamenco. Es también el título de una preciosa película de Isaki Lacuesta que no gira sobre Camarón pero si le tiene bien presente.
Este documental es otra cosa. Es un repaso pormenorizado a toda la vida del cantante, nacido en 1950 y fallecido en 1992: su infancia, primeros pasos musicales, las influencias, la vida familiar, los hijos, la relación artística con Paco de Lucia y Tomatito, sus proyectos más arriesgados, los conciertos multitudinarios en París y Montreux, la adicción a la heroína, el cáncer, su muerte y el legado.
Narrado de manera algo afectada y con un exceso de planos cenitales con drones, males menores en un filme que saca a la luz un ingente y atractivo material de archivo tanto de conciertos como de estampas domésticas, equilibrado todo con entrevistas precisas que nunca están por encima de la propia fuerza de Camarón. La película fue realizada como homenaje en el 25º aniversario de su muerte, pero el autor de Como el agua y Soy gitano no necesita de onomásticas para celebrar la vigencia de su arte.
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