mapa de una escena musical

La ruta del jazz en Barcelona

Una guía para encontrar los locales clásicos y los más modernos de la ciudad a la espera del informe sobre música en directo del ayuntamiento

El Pricto en el local Soda Acustic  de Gràcia.

El Pricto en el local Soda Acustic de Gràcia. / periodico

Roger Roca

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Al margen de los festivales, el día a día del jazz en la ciudad lo cubren programaciones como la de Robadors 23. Hay otros, ¿pero son más o menos que en marzo del 2016, cuando entró en vigor la circular del Ayuntamiento de Barcelona que quiere regular de una vez por todas la música en vivo en la ciudad? “Yo no he notado mucho cambio porque siempre nos hemos movido en garitos que imagino que nunca han tenido licencia”, dice el contrabajista Juan Pablo Balcázar. El mapa exacto está por dibujar, pero se conocerá algo mejor cuando el 20 de junio el programa Cultura Viva del Ayuntamiento de Barcelona presente un informe sobre música en directo en la ciudad.

Los clásicos

Desde que reabrió en 1992, el Jamboree es el principal escenario del jazz en la ciudad, con conciertos todos los días del año y dos pases cada noche. El club de la Plaza Reial sigue siendo el referente, pero recientemente ha renunciando a programar distintos artistas cada noche para organizar parte de su programación en noches temáticas. El histórico Harlem Jazz Club, abierto en 1987 y que en su día fue epicentro de la actividad del jazz local apuesta hoy por noches fijas dedicadas al blues o la música cubana. El altillo del modesto JazzMan, en Roger de Flor, acoge conciertos los lunes y los jueves. En el JazzSí, vinculado al Taller de Músics, se foguean los estudiantes en las 'jams' de los miércoles y es el sitio para escuchar a los profesores las noches de los lunes. Y el histórico Pipa Club, que durante años estuvo en un piso de la Plaza Reial, tiene nueva sede en Gràcia y entre 'jams' y conciertos dedica cuatro noches al jazz.

Sofisticación

La coctelería Milano, junto a Plaza de Catalunya, se ha hecho un lugar en la ciudad importando con éxito el modelo norteamericano de cena y concierto, aunque también se puede asistir a los bolos sin cenar. Es el local de referencia para el jazz de corte más clásico de la ciudad, pero también programa noches de blues. El sofisticado ArtTe de la calle Muntaner, inaugurado en el 2014, es uno de los espacios más atípicos de los que ofrecen jazz en Barcelona. A la vez coctelería, restaurante, tetería y sala de conciertos, programa un poco de todo con vocación de espacio cultural, pero pone especial énfasis en el jazz y ha sido residencia artística de músicos locales como Raynald Colom y Giulia Valle. La política de programación es parecida a la de Nota 79, nueva sala de la zona alta de la ciudad que cuenta con un buen piano de cola y ofrece puntualmente conciertos de jazz, además de recitales de clásica y canción de autor.

Aventuras

El jazz más aventurado y la música improvisada tienen sus propio circuito. El Soda Acústic de Gràcia, además de la 'jam session' de los jueves, acoge cada miércoles las noches Discordian. Son noches de música improvisada que organiza el saxofonista, productor discográfico y compositor venezolano El Pricto, que llegó a Barcelona hace 15 años y es uno de los motores de la escena más heterodoxa. Sinestesia, que abrió hace poco más de un año en Sants, es la otra casa de estos músicos que van por libre. Los martes acoge el “laboratorio de improvisación libre” que programa Marianne Brull, activista de la potente escena 'free' de la ciudad, y cuando algún músico busca fecha en Barcelona para algún proyecto de los que no encajan ni aquí ni allá, sabe que en Sinestesia tiene las puertas abiertas.

'Jams' contra conciertos

El carismático Big Bang Bar, uno de los pocos espacios de música en directo que resisten en el Raval, dedica los viernes y los sábados a concurridas 'jam sessions' de jazz. Las 'jams' se han convertido en la opción más habitual, en detrimento de los conciertos. La lista es larga y cambiante: las 'jams' aparecen y desaparecen. “Abre un local y al jefe le da por hacer música -explica Balcázar-, ¡hasta que llega la primera multa!”, remata entre risas August Corominas.