BASEMENT BCN

Festival en el refugio del jazz barcelonés

Juan Pablo Balcazar y August Corominas, organizadores del Basement Jazz.

Juan Pablo Balcazar y August Corominas, organizadores del Basement Jazz. / periodico

Roger Roca

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el corazón del Raval, encajonada entre negocios que resisten como pueden y bajos tapiados, la modesta sala Robadors 23 se erige desde hace años en refugio de músicos de jazz de la ciudad. Y del lunes 28 de mayo al viernes 1 de junio, también es la sede del Basement Bcn Jazz Festival: diez conciertos, a razón de dos por noche (21 horas y 22.30 horas), a cargo de miembros de la escena del jazz local que tocan habitualmente en la sala. El Basement, organizado por los propios músicos, arrancó el año pasado para dar visibilidad a lo que ocurre a diario y durante todo el año entre esas mismas paredes: música creativa hecha por artistas de la ciudad, en la distancia corta y a precios populares. También nació como reacción al Festival Internacional de Jazz de Barcelona, en el que dicen sentirse poco representados, y que este año celebra su 50º aniversario.

Al fin licencia

La segunda edición del Basement Bcn Jazz Festival llega justo cuando Robadors 23 está de celebración. Tras hacer las correspondientes reformas de insonorización para ajustarse a la nueva normativa que el Ayuntamiento de Barcelona impulsó en el 2016, hace pocos meses la sala recibió la licencia para ofrecer música en vivo amplificada. O sea, que ya tiene permiso para hacer lo que lleva haciendo de una forma u otra desde que se inauguró en el 2004, sobreviviendo en los vacíos que dejaba la legislación o exponiéndose a las multas. “Nos llegaron unas cuantas, ¿eh? Incluso hemos tenido calles cerradas y antidisturbios en el local, como en el 2013, cuando apalizaron a un músico. Y ese día por lo único que nos multaron fue por tener extintores caducados”, recuerda el batería Agustí Corominas, socio fundador del pequeño local de Raval. “¡Han sido quince años en la clandestinidad! Era curioso, porque por un lado no teníamos licencia para hacer música pero por otro lado nos subvencionaban por nuestra actividad. Abrimos como ‘bodega degustación’ y supuestamente teníamos que vender botellas de vino. No vendimos nunca ni una, ¡pero copas pusimos muchas!”, recuerda.

Lo que siempre ha habido en Robadors 23 es música en vivo, antes incluso de que abriera sus puertas al público. En 1997 era el local de ensayo de Corominas y sus compañeros de estudios en el Taller de Músics. Un año después el batería lo convirtió en su casa y vivió allí hasta que que en el 2004, él y dos socios abrieron el local al público para organizar conciertos de jazz, flamenco, músicas balcánicas, hip hop y hasta espectáculos de títeres. Con los años en Robadors se asentaron dos comunidades, la del flamenco y la del jazz. “Cada una tiene sus días asignados y hay una convivencia muy interesante, que podría ser mayor”, admite Corominas.

'Ball de bastons'

Uno de músicos que frecuentaban los bajos de Robadors desde el inicio es el contrabajista colombiano Juan Pablo Balcázar, actual responsable de la programación estable que la sala dedica al jazz de lunes a jueves -los fines de semana son para el flamenco-, y uno de los impulsores del festival. Tras una primera edición preparada a toda prisa, este año han querido darle al Basement un subtítulo, “drums”, y una línea argumental centrada en la percusión . El diseño del cartel, con tres agentes uniformados a punto de apalear una batería, es de impacto. “Tiene un doble sentido y es muy actual, sí. Se le  pueden dar connotaciones políticas, pero en realidad es todo mucho más simple. Los carteles nos los hace siempre un cliente a cambio de las cervezas. Nos mandó esta propuesta y nuestra respuesta fue un 'olé' unánime”, dice Corominas.

Carta blanca al batería

El Basement ha dado carta blanca a diez percusionistas para que presenten el proyecto que quieran. Y en la programación figuran entre otros Bollock, un trío que comparten Balcázar y Corominas, el proyecto de electrónica Grösso de Carlos Falanga y nombres históricos del jazz de la ciudad como Aldo Caviglia, David Xirgu o Jo Krause, maestros de muchos de los músicos que acuden habitualmente a Robadors. Por formación destaca el grupo de improvisación Memoria Uno, que reúne para la ocasión a cinco percusionistas, incluída la única mujer del cartel, Núria Andorrà. “Evidentemente cuando preparábamos la programación el tema de la paridad salió. Pero el género no nos condiciona, y hay que decir que mujeres percusionistas hay pocas”, defiende Corominas. “Mi lectura es que en esta programación están el 100% de las mujeres percusionistas que vienen habitualmente a Robadors”, dice Balcázar.

El batería norteamericano Joe Smith, que mientras vivió en Barcelona fue uno de los dinamizadores de Robadors 23, vuela expresamente desde Berlín para participar en la fiesta de una sala que ha visto ir y venir a muchos músicos extranjeros. “Hubo un tiempo en que muchos venían a vivir aquí. Gente como Reid Anderson, Joe Smith… Pero con la crisis se fueron. Creo que hay una recuperación, pero aún no estamos como entre el 2006 y el 2010”, asegura Corominas.