ausencia en cannes

Papa 'superstar'

Wim Wenders se limita a dejar que Jorge Bergoglio elabore para la cámara el Manual del Buen Cristiano en el documental 'Papa Francisco: Un hombre de palabra'

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Nando Salvà

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El Papa Francisco no ha venido a Cannes. Quizá tenía otros compromisos, o quizá se lo impidió el estricto protocolo del festival, en cuya alfombra roja está absolutamente prohibida la sotana. Aunque previsible, la ausencia sin duda ha deslucido el estreno mundial de 'Papa Francisco: Un hombre de palabra', sin duda lo más parecido que una película puede llegar a ser a una misa vaticana. Diga lo que diga su título, el nuevo documental de Wim Wenders ofrece muy poco hombre y mucha palabra. Dicho de otro modo, no tiene tiempo de explorar ni la biografía ni la psicología del artista antes conocido como Jorge Bergoglio; está demasiado ocupado dejando que su protagonista elabore para la cámara un completo Manual del Buen Cristiano.

"Nunca se me había pasado por la cabeza hacer una película sobre el Papa, pero un día me llegó una carta del Vaticano", asegura Wenders, que recibió una educación católica pero, confiesa, no tardó en perder la fe cristiana. "Tuve que releerla varias veces para convencerme de que me estaba proponiendo hacer una película sobre Francisco". La explicación deja en evidencia la vocación autopromocional del documental, que pasa la primera mitad entera de su metraje señalando al argentino como el heredero directo de San Francisco de Asís -"un auténtico revolucionario, que dinamitó la iglesia desde sus cimientos", lo define el cineasta alemán-, y como un héroe con una misión: combatir la pobreza.

Mucho más somero es su repaso a la postura del Pontífice respecto a otros asuntos delicados. Francisco despacha temas rápido y expeditivo como quien rellena casillas de un boleto de la Primitiva. Dejemos de discriminar a los gais, afirma. Contra los pederastas en el seno de la Iglesia, "tolerancia cero", insiste. Hay que acabar con el comercio armamentístico, sentencia. Más confuso resulta su discurso sobre la mujer. Hay que integrarla en la sociedad, afirma rotundo por un lado, aunque por otro se muestra contrario al movimiento machista "y al feminista". Un lapsus, probablemente.

Prédicas

En el proceso, Wenders demuestra que las cuatro conversaciones filmadas que mantuvo en el Vaticano solo sirvieron para dejar que su cliente vendiera el producto. "Los sacerdotes deben practicar el apostolado de la oreja: saber escuchar". "La rapidez del mundo moderno arruina la salud mental y física, la familia y la sociedad". "El pobre más pobre que existe es la Madre Tierra". Las máximas inspiradoras salen de su boca como disparadas de una máquina lanzapelotas. "La teología debe estar en contacto con la ciencia". "El gran remedio es el amor". Y así.

Para cuando, al final de la película, Francisco habla de la importancia de la sonrisa y el buen humor mientras dedica a la cámara la más seductora de las miradas, a punto está de convencernos de que, más que un pontífice, es un santo. Y, de nuevo, esa es la idea. Que nadie se enfrente a 'Un hombre de palabra' esperando obtener de ella una experiencia artística mínimamente satisfactoria pero, eso sí, los espectadores más entregados sin duda saldrán del cine siendo mejores personas. Algo es algo.