INTEGRACIÓN DEL POP Y LA CANCIÓN

El poder del primer Liceu

El concierto de Björk, en el 2001, marcó el inicio de la apertura del coliseo a las músicas populares, acogiendo con los años a artistas tan diversos como Isabel Pantoja, Kraftwerk o Bob Dylan

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Jordi Bianciotto

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Para el público que, el domingo 4 de noviembre del 2001, acudió al Liceu, era casi tan emocionante el contenido como el contenedor: actuaba nada menos que Björk, pero fue a su vez la oportunidad de oro para entrar en el coliseo operístico, perderse un poco por sus pasillos enmoquetados y admirar sus molduras doradas y tapicerías. Para muchos seguidores de la cantante islandesa, que en aquella época eran jóvenes de ascendencia más bien ‘indie’-alternativa, se trataba, en efecto, de la primera vez.

Desde entonces, el personal que trabaja en el Liceu ya se habrá acostumbrado a asistir al tránsito de públicos variopintos, allí cuando las pausas de la programación operística lo permiten. Porque, apenas un año después de que Björk, embutida en un vestido de plumas rojas, presentara su disco ‘Vespertine’ con orquesta, coro groenlandés y el dúo electrónico Matmos, una cantante de estilo un poco alejado (aunque según cómo, no tanto), Isabel Pantoja, trajo al Gran Teatre a los fans de la copla y la canción española en el 20º aniversario de Radio Teletaxi. Y dos semanas más tarde, Lluís Llach presentó su disco ‘Jocs’, concierto inmortalizado en DVD. Todo un resumen metafórico de los amplios contornos del nuevo Liceu.

El precedente de Llach

Hay que decir que Llach había sido el primero, en las filas de la canción popular, en actuar allí: ya en septiembre de 1979, sus mánagers, Joan Molas y Núria Batalla, se las ingeniaron para que el coliseo le acogiera en el marco de las fiestas de la Mercè. “Para socializar un poco las butacas del Liceu”, dijo él entonces con ironía. Pero se trató de una excepción a la regla operística, estable hasta el cambio de fondo que supuso la reapertura del teatro en el otoño de 1999.

El concierto de Björk fue importante para el público, que pudo disfrutar de la artista en condiciones inhabituales. Como, a lo largo de los años, los de artistas tradicionalmente asociados a salas y espacios menos acolchados: voces del rock y aledaños como Van Morrison, Status Quo, Wilco o, hace unas semanas, Bob Dylan. Pero ciertas actuaciones han sido, a su vez, determinantes para los artistas: para Antònia Font, presentar su disco sinfónico ‘Coser i cantar’, en el 2008, supuso una cima simbólica.

En estos casi 17 años de aperturismo, el teatro ha acogido experiencias tecnológicas como el concierto de Kraftwerk en 3D y aniversarios como el 50º de carrera de Núria Feliu y los ’50 Palos’ de Pau Donés (Jarabe de Palo). Se han grabado discos (Bunbury con Nacho Vegas, Raimon) y salvado fronteras no ya de estilos sino incluso étnicas: Moncho celebró, en el 2006, ser el primer gitano en cantar en el Liceu. Y aunque su patio de butacas no fue diseñado para convertirse en discoteca, hace unas semanas acogió su bautismo ‘dance’ en honor al 25º aniversario de Flaix FM.

Integración en festivales

Con los años, más y más artistas de diverso signo han encaminado sus pasos hacia este noble escenario de la Rambla, en parte por la integración del local en festivales como el del Mil·lenni, el Guitar BCN o, más en particular, el Suite Festival, asentado este por completo en el coliseo. La voz y el piano de Rufus Wainwright, el jazz ‘retro’ de Woody Allen, el rock de autor de Chris Cornell, excantante de Soundgarden, el rock’n’roll a la francesa de Johnny Hallyday y la ‘chanson’ en primera persona de Charles Aznavour han figurado entre los ilustres huéspedes del teatro.

La escena española no se queda atrás: de Julio Iglesias a Hombres G, de Raphael a Luz Casal, y un Dúo Dinámico que está convirtiendo su recital de otoño en una tradición. Love of Lesbian pronto cumplirá 20 años con dos conciertos, y Els Pets presentarán su próximo disco en diciembre. En los últimos años, han realizado conciertos significativos en el Liceu artistas como Sopa de Cabra, Maria del Mar Bonet, Marina Rossell, Sílvia Pérez Cruz y Els Amics de les Arts.

Actuaciones que, si bien han debido adecuar el precio de sus entradas a las tarifas de alquiler vigentes (19.800 euros para los conciertos en franja nocturna), han modificado, quizá para siempre, la imagen de cierta lejanía emocional que el teatro inspiraba históricamente a buena parte de la ciudadanía. Permitiendo a los amigos de otras músicas vivir, como en aquel concierto de Björk, su primer Liceu.