CRÓNICA

La rabia contra la injusticia de Sanchis Sinisterra

El fundador de la Beckett regresa a la sala para estrenar con éxito su reivindicativa obra 'El lugar donde rezan las putas'

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César López Rosell

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De Lavapiés al Poblenou. Un emotivo viaje de regreso el de José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) a la Sala Beckett, de la que fue fundador y director. El impulsor de este proyecto de experimentación e investigación teatral dejó la entonces sede de Gràcia, en 1997, para instalarse en Madrid. Pero el aliento de la línea que marcó el maestro en Barcelona se ha mantenido en pie. Y, como si no hubieran pasado los años, ha vuelto donde solía con 'El lugar donde rezan las putas o que lo dicho sea', obra que completa una trilogía que parte de piezas tan recordadas como 'Ñaque o de piojos y actores' y  '¡Ay, Carmela!', representativas de su época de teatro dentro del teatro.

Han sido unas jornadas de gran simbolismo para un autor que recibirá próximamente el Max de Honor por su carrera. Al director se le ha visto paseando feliz por la espléndida nueva sede de la Beckett en el Poblenou y saludando a compañeros de profesión y aficionados. Sus anteriores visitas, para dar cursos, no son comparables con la trascendencia que tiene poder ver representada una obra escrita por él en la que, a modo de síntesis, están presentes todas las señas de su identidad creativa. Situado en una discreta ubicación se le ha visto disfrutar del gran trabajo de Paula Iwasaki y Guillermo Serrano, los jóvenes actores a los que conoció representando '!Ay, Carmela!' y a los que prometió escribir una obra para ellos.

Rómulo y Patri son una novel pareja de intérpretes que, en un espacio semiderruido intentan poner en pie un espectáculo que se ajuste a sus limitados recursos. Los intérpretes se mueven entre dos temas de envergadura: el mundo el pensamiento de la Alejandria del siglo IV, con la filósofa Hipatia y su alumno Sinesio como protagonistas, y el del final del comunismo, con Lise y Arthur London, sacudidos por el estalinismo y el fascismo. El espacio que utilizan para sus ensayos es frecuentado por prostitutas que trabajan en la zona, pero es a la vez un lugar de acceso a un inframundo en el que se agitan cabreados, los olvidados, los vencidos o los barridos por la Historia que reclaman una segunda oportunidad.

Teatro de la rabia

"Hay mucho malestar, con olas de desilusión", proclama Sinisterra para justificar este teatro de la rabia contra la injusticia que vivimos por culpa de un sistema capitalista que impone sus leyes. Se trata de utilizar el poder de invocación del teatro para dar voz a los perdedores, para recuperar aquello que pudo haber sido y no fue. O, si lo prefieren, para que el público se haga preguntas sobre estas cuestiones.  El autor refleja también la inseguridad y glorias de la profesión de actor y logra que el republicanismo y el franquismo entren en escena, así como el ideal espiritual helénico confrontado con el cristiano.

Los tiernos, compenetrados y brillantes protagonistas nos remiten a Paulino y Carmela de la célebre obra. Pero hay más en este juego fantástico, pletórico de guiños de humor marca de la casa. Hay una escritura de gran calidad, con ocurrentes licencias en el uso del lenguaje y con los intérpretes metidos en un juego en el que tanto son personajes reales como fantasmagóricos, pero que finalmente aceptan que el teatro es mucho más arma para edificar el futuro que para recuperar el pasado. Sinisterra, en estado puro.