ÓPERA FURERA

'Historia de un soldado', demoledora denuncia al sistema

Àlex Ollé seduce a Lyón con la adaptación teatral de gran fuerza dramática del cuento musical 'Historia de un soldado' de Stravinski

'Historia de un soldado', dirigido por Àlex Ollé

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César López Rosell

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Sobrecogedora vuelta de tuerca a la 'Historia de un soldado' de Igor Stravinski para situarla en el drama de las guerras de hoy. El faústico cuento musical se ha hecho adulto en la temporada de la Ópera de Lyón, aunque esta versión teatral y con ribetes cinematográficos de Àlex Ollé de La Fura se ha representado en el Radiant Bellevue, moderno espacio de la ciudad lionesa más adecuado para la estructura del espectáculo. La adaptación del director catalán es el resultado de un encargo realizado para  el centenario del estreno de la obra en Lausana (Suiza), cuya ópera junto a la de Montpellier participa en el proyecto.

"Nunca había visto un montaje de la fuerza dramática como el de esta visión de la obra, tan aproximado a la actualidad y con un lectura tan acertada del trasfondo del cuento", resalta Serge Dorny, director de la ópera lionesa respaldado en su opinión por Valérie Chevalier de Montpellier. Ollé abrirá en octubre la temporada de Lyon con 'Mefistofele', tan solo unos días después de inaugurar con 'Faust' la del Teatro Real, completando su pacto con el diablo. Este domingo ha viajado a Tokio para presentar su proyecto de 'Turandot', que se representará en el país nipón en 2019 con Kazushi Ono, Iréne Theorin y la OBC.

La carta de un militar suicida y el filme 'Johnny cogió su fusil' inspiran la nueva versión

La fábula moralizante narra la historia de un soldado que vuelve de la guerra y acepta la engañosa propuesta del demonio de cambiar su violín (el alma) por un libro mágico con el que se puede hacer rico aunque acabe perdiendo todo lo que le importa. La revisión se plantea como una pieza de mayor enjundia que la de una obra de cámara. El director, junto a Valentina Carrasco (dramaturgia) y Ramon Simó, edifica un montaje inspirado en 'Johnny cogió su fusil' y en la terrible carta que dejó el soldado Daniel Somers antes de suicidarse en el 2013 al no haber superado el estrés postraumático de su participación en la guerra en Irak, como les sucede diariamente a 22 militares en EEUU.

Lluc Castells (escenografía y vestuario) tiró de este imaginario del filme para dar visibilidad al drama interior del soldado que está en coma en un hospital. El joven no se encuentra con el  diablo como en el cuento, sino que, atrapado en el lecho, vive un delirio que le permite ser a la vez los dos personajes. Es una situación esquizofrénica en la que el moribundo crea el propio maligno como su 'alter ego' para lograr todo aquello que no ha podido conseguir.

El magnífico actor Sébastian Dutriex es el narrador de lo que sucede desde fuera y representa al soldado en sus reflexiones y en las proyecciones fílmicas. En ellas se recogen los momentos que ha vivido en su fallido retorno,  incluidas una duras imágenes de tortura. Es impagable la escena de la alucinación, a lo Lynch, en la que la familia regala al soldado un arma de combate, en lugar del perdido violín. Alrededor del lecho pululan cinco figurantes que se multiplican ejerciendo de personal médico, apareciendo como los padres, la antigua novia y restantes personajes del relato.

La producción mantiene el 80% del texto original de Ramuz y toda la partitura  

El espectáculo avanza con el respaldo de la actuación musical de un septeto situado por encima del escenario. Los sonidos del violín acompañan al soldado y los de la batería al diablo, con aportaciones del jazz, el tango o el ragtime. La música se ajusta al ritmo de la palabra, dejando espacios para los cambios de situación escénica.

En la obra hay mucho de la propia experiencia vital de Stravinski, exiliado a la fuerza tras haber perdido la oportunidad de volver a Rusia al estallar una revolución contraria a sus ideas. Un 80% de la versión escrita se basa en el texto original de Charles Ferdinand Ramuz, pero hay pasajes de Jean Cocteau, Paul Valery y de la demoledora carta del suicida que cierra la función acusando al sistema que le ha oprimido y triturado.