CRÍTICA

Marta Sanz: del amor y sus infiernos

En esta novela originalmente publicada en una editorial de Miami se explora la intimidad del amor sobre el mimbre de una sociedad imperfecta

Marta Sanz, en un céntrico hotel de Barcelona.

Marta Sanz, en un céntrico hotel de Barcelona. / .37849498

Domingo Ródenas de Moya

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Según la nota de contracubierta, esta novela fue escrita en 2004, cuando el mundo era otro y Marta Sanz aún no había quedado finalista en el premio Nadal con 'Susana y los viejos' (2006) ni había publicado uno de sus mejores libros, 'La lección de anatomía' (2008). En los diez años transcurridos desde entonces, la escritora se ha afianzado como una de las voces más originales de la narrativa actual, quizá la que con más acierto ha buscado la conciliación entre la ambición literaria y la denuncia de nuestras averiadas condiciones de vida, en la difícil frontera en que se situó el último Rafael Chirbes. Esa posición entre la ética y la estética, donde colisionan las exigencias del arte con los imperativos del compromiso político, quedó expuesta en sus ensayos de 'No tan incendiario' (2014) y ha facilitado que se la relacione con una nueva literatura social como la que practica y propugna, por ejemplo, Isaac Rosa. No fue casual, por tanto, que al publicarse con nueve años de retraso 'Amor fou' en la editorial de Miami La Pereza (2013) apareciera con un prólogo de Rosa que aquí vuelve a imprimirse pese a que la novela, ahora revisada, no lo necesita.

El amor loco evocado en el título demarca irónicamente el territorio de la historia: un cuadrilátero donde se cruzan cuatro personajes que administran su relación amorosa, actual o ya pretérita, de maneras muy distintas, desde el sereno aplomo de Adrián a la pasión autoconsciente de Lala, desde la obsesión voyeurística de Raymond hasta la pulsión vengativa de Elisa. En esencia nada es nuevo en este álgebra de amores y odios, coraje y cobardía, en este desfile de corporalidad y violencias, pero sí lo es la definición de los caracteres, la confrontación de Lala y Raymond, el papel de las comparsas procedentes del pasado (Adrián, Elisa y la hija de ambos, Esther) y la gestión de pérdidas y daños. La literatura y el cine han agotado todas las combinaciones posibles en la narrativa amorosa, pero que eso sea así ni anula ni reduce la abrasiva incidencia del amor en la vida real de la gente, las heridas que no acaban de cicatrizar, las perturbaciones camufladas de normalidad, el dolor empozado y el rencor que trastorna. La novela refleja y explora esos efectos secundarios, sin soslayar los miríficos efectos primarios de la pasión correspondida y de la felicidad en equilibrio, casi siempre precario y amenazado por agentes exteriores.

Como Marta Sanz desconfía de las versiones unilaterales, ha creado dos discursos opuestos, el de Raymond en unos cuadernos «de experimenación» donde ha ido consignando sus sesiones de espionaje de la vida doméstica de Lala con Adrián, y el relato de la propia Lala, que ha podido leer los cuadernos de su antiguo amante. La alternancia de las voces de uno y otra es eficaz y, si bien al principio puede desorientar, logra ir tejiendo en contrapunto el trasfondo de una historia común fracasada. No debe creerse, sin embargo, que 'Amor fou' se refugia en la esfera de la intimidad de sus personajes o cae en el solipsismo de ciertos relatos amorosos. Muy al contrario, la peripecia está fuertemente trabada con una sociedad imperfecta en la que la desigualdad y el desamparo, el sexismo y la violencia física y psicológica (hay que reparar en la relación de madre e hija entre Elisa y Esther) tienen una presencia ostensible. Que Adrián se ocupe, como abogado, de combatir esa imperfección no es un dato menor. En su castigada esperanza hay algo de la autora, que en esta novela, y sin que sirva de precedente, ha rebajado las sanas dosis de ironía de su prosa.