Almudena de proximidad

La escritora madrileña, autora de 'Los paciente del doctor García', pregonera de Sant Jordi en el Saló de Cent

Almudena Grandes, junto al primer teniente de alcalde Gerardo Pisarello, firma en el libro de honor.

Almudena Grandes, junto al primer teniente de alcalde Gerardo Pisarello, firma en el libro de honor. / .42997907

Elena Hevia

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Había mucha complicidad este jueves en el Saló de Cent. Mucha sonrisa preparada de los lectores que allí estaban esperando a Almudena Grandes, sabiendo que no habría declaraciones de alta literatura sino más bien charla de proximidad, de mujer que odia subirse al pedestal y prefiere poner la oreja en los mercados y en las plazas para captar el habla de la gente llana, no muy distinta a la que ella despliega. La sonrisa estaba ya puesta y no hizo más que activarse con ese tono madrileñísimo de la autora hecho a partes iguales del castizo “qué me vas a decir a mí” y la jocundia de la que de paso se ríe también de sí misma. Grandes domina el escenario, controla bien el pulso de la platea y en el maldenominado Pregón de Sant Jordi lo demostró con creces. El pregón como formato, es sabido, está lejos de serlo. De hecho se trata más bien de un diálogo, en esta ocasión con el escritor y periodista Antonio Iturbe, que se plegó, y así debía ser, al palique y las anécdotas de la autora.

Uno de sus grandes lectores –se apreció en el audiovisual previo a la charla- fue un rendido Josep Cuní que describió su emoción frente a la posesión de cada una de las novelas. Y ahí estuvo también su editor, Juan Cerezo, recordando cómo aceptó el envite que Grandes le propuso con la hexalogía, es decir, las seis novelas que compondrán los ‘Episodios de una Guerra Interminable’, de la que ‘Los pacientes del doctor García’ es la cuarta entrega: “Era demasiado ambiciosa como para darle crédito pero nos atrevimos y no ha podido ser más satisfactorio”.

Próximo aniversario

El año que viene se cumplirán 30 de la aparición de su primera novela, y éxito, 'Las edades de Lulú' Y desde entonces no ha parado. “Yo escribo lo que quiero escribir , ya sea desde una perspectiva antisistema o en la equidistancia, porque mis lectores me sostienen. Ellos son mi libertad. Es un compromiso importante que me obliga a no tomar atajos porque mis lectores no me lo perdonarían. Ellos son mi control de calidad”. 

A la autora le gusta detallar cómo es su cocina literaria y lo hace con la misma falta de solemnidad con la que explicaría una receta culinaria, con su perejil y su pizca de ajo. La cosa viene de su último embarazo, la hija que nació en 1997 y que le salió tremenda, uno de esos niños que muerden los cables de la luz y meten los dedos en el enchufe. Como no se podía poner a escribir sin hoja de ruta, dedicó mucho más tiempo al cuidado de la pequeña y en los ratos, pocos, que tenía, tomaba notas y dejaba que la novela creciera más reposadamente. Así de un sistema “que era ningún sistema” pasó a controlar la estructura firmemente. Tal es su control que en los personajes creados no permite la menor rebelión: “A mí no se me amotina ni Dios”.

Poeta normal

Siguiendo con las interioridades domésticas, tampoco le importa hablar de cómo se vive con un poeta (su pareja es Luis García Montero). “Cuando le conocí era el poeta más brillante de su generación pero lo que a mí me gustó es que fuera una persona normal”. Esa característica le hace pensar, bromeando, que jamás hubiera podido tener una relación sentimental con un poeta que aprecia como Vladímir Mayakovski  “por citar a alguien  que se emborrachaba y solía tirar la vajilla contra la pared”.

"No hemos sabido ser ricos. La cultura del pelotazo hizo que España fuera un país muy desagradable"

Almudena Grandes

— Novelista y pregonera de Sant Jordi

Y de ahí a una infancia en la que tanto su abuelo –dato importantísimo- como su padre eran poetas aficionados y el cabreo de este último ante el comentario de la monja que turno que consideraba que la niña Almudena “no saca mejores notas porque lee demasiado”. A punto estuvo el señor Grandes de sacarla de aquel colegio. En las lecturas fundamentales de aquellos años está especialmente ‘Robinson Crusoe’ y  toda la gran novela de XIX: Dickens, Dostoievski, Julio Verne -por supuesto- y Galdós.

Desesperanzados años 50

Si lees ‘Fortunata y Jacinta’ es imposible que no te hagas de izquierdas”, suelta para explicar uno de sus lemas habituales, eso de que leyendo nació su conciencia social. “Yo tenía un primo del PCE y me hizo leer ‘La madre’ de Máxim Gorki y claro, no lo pude soportar”, explica con divertida resignación. Con esa vara mide la crisis económica sin muchas contemplaciones: “No hemos sabido ser ricos. La cultura del pelotazo hizo que España fuera un país muy desagradable”. Convencida que su escritura se sitúa desde el lugar en el que la gente se opuso a todo eso, tiene ya pensado su quinto y personal ‘episodio nacional’ que titulará ‘La madre de Frankenstein’ en el que intentará reflejar unos años 50 sin esperanza con la figura de Aurora Rodríguez, la mujer que mató a su hija Hildegart cuando esta quiso tomar su propio camino, y que acabó sus días en el manicomio de Ciempozuelos.