CRÓNICA DE MÚSICA

Vladimir Ashkenazy, a mitad de camino en el Palau

La calidad de la Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino salvó un programa que pudo ser mejor con otra dirección

El director de orquesta Vladimir Ashkenazy

El director de orquesta Vladimir Ashkenazy / periodico

César López Rosell

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La que pudo ser una noche perfecta en el Palau se quedó a mitad de camino. Una intervención quirúrgica en el hombro impidió que la batuta de Zubin Mehta estuviera al frente, el lunes, de la Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino, de la que él es director principal desde 1975. Fue sustituido con tiempo para avisar a los abonados por Vladimir Ashkenazy, legendario pianista ruso con nacionalidad islandesa que en los últimos 35 años ha centrado su actividad en la conducción de diversas formaciones como es el caso de la Philharmonia Orchestra de Londres, de la que es director laureado desde el año 2000. A sus 80 años muestra una envidiable energía y una actitud entusiasta ante un reto que, dice, le supone tanto placer como tocar el piano, aunque es evidente que no ha alcanzado el mismo nivel con la batuta que como solista.

Todo esto se reflejó dirigiendo a una máquina musical tan engrasada como la formación florentina, equiparable en muchos aspectos de su sonoridad a las orquestas centroeuropeas, y acreditada tanto en el plano sinfónico como en el operístico. Mehta sigue siendo su gran valedor y el que lleva el timón de sus giras internacionales. Su ausencia se notó, especialmente en el trabajo de conjunción de los diferentes planos orquestales. Ashkenazy intentó transmitir, con gestos no siempre entendidos, el espíritu de las obras programadas pero no consiguió darles el sello de distinción que impone una buena batuta.

Por fortuna, la categoría de la orquesta con capacidad para recrear casi sin mirar al podio piezas tan emblemáticas como la ‘Séptima’ de Beethoven o la ‘Cuarta’ de Chaikovski mantuvo alto el listón, y el público, que llenaba el recinto a pesar de precios que iban de los 50 a los 200 euros, lo agradeció de forma calurosa. No se sabe bien cómo habría acabado la noche con el programa previsto inicialmente, aunque descartado ya en el pasado junio, con escenas corales de obras de Wagner en colaboración con el Orfeó y la interpretación de la ‘La consagración de la primavera’ de Stravinski, pero con Mehta la apoteosis habría estado garantizada.

Orquesta compacta

Con la citada sinfonía de Beethoven se juega siempre a caballo ganador. Más allá de algún desequilibrio corregible con una batuta más compenetrada, la orquesta se mostró compacta. Tras una introducción llegaron los ritmos danzables y alegres del primer movimiento antes alcanzar el popular ‘Allegretto’, utilizado en la banda sonora de filmes como ‘El discurso del rey’. El inicio de este pasaje con solo la suntuosa cuerda, a ritmo lento, marcó el camino de la incorporación de los otros instrumentos con el fondo de un tema rítmico repetido llegando al ‘tutti’ en fortísimo antes de seguir hasta el final de la partitura.

Hubo excesos decibélicos que se hicieron más patentes en la obra de Chaikovski, con todo el grueso de la formación en escena y la potencia de los agrandados metales. Trompas, fagots y oboes lucieron en una pieza en la que destacó la ejecución del tercer movimiento. En él la cuerda exhibió su maestría en la técnica del ‘pizzicato’ y en el diálogo con otras secciones Todo funcionó mejor en este remate de la velada.