EL ANFITEATRO

La masa contra el individuo

Viena conmemora al compositor Gottfried von Einem con nuevas producciones de sus óperas 'La muerte de Danton' y 'La visita de la vieja dama'

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Rosa Massagué

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Viena celebra estos días el centenario del nacimiento de un gran compositor austriaco (aunque nacido en Berna), de la segunda mitad del siglo XX, de Gottfried von Einem, un autor que en su momento gozó de un gran éxito en su país. Su obra apenas salió del entorno germánico lo que es una verdadera lástima dado el mucho interés de sus partituras y de los temas que desarrolla. La Staatsoper de Viena ha presentado ahora una nueva producción de  ‘La muerte de Danton’, y el Theater an der Wien, ha hecho lo mismo con ‘La visita de la vieja dama’.

A Von Einem (1918-1996) el éxito le llegó cuando todavía no contaba 30 años, precisamente con la obra sobre uno de los episodios de la Revolución francesa en la época del terror. ‘La muerte de Danton’, con libreto del propio compositor y de su maestro, Boris Blacher, con añadidos de cartas del revolucionario, se estrenó en Salzburgo en 1947. Era la primera vez que aquel festival acogía el estreno absoluto de una ópera.

Otto Klemeperer debía dirigirla, pero estaba demasiado enfermo y le sustituyó el joven húngaro Ferenc Fricsay para quien aquella sustitución fue un trampolín que le llevó a los grandes teatros de ópera europeos. Pocos meses después la obra llegó a Viena. ‘La visita de la vieja dama’ se estrenó casi un cuarto de siglo después, en 1971.

Pese al gran lapso de tiempo entre una y otra, ambas óperas tienen muchos trazos comunes. Las dos están basadas en obras de teatro, en la de Georg Büchner y en la de Friedrich Dürrenmatt, autor también del libreto. Las dos desarrollan un tema difícil, el de la justicia y la culpa. “Mis óperas tratan siempre de gente en situaciones extremas”, escribió Von Einem en sus memorias. En las dos, pese a tener un titulo personalizado --Danton y la vieja dama --, el verdadero protagonista es el pueblo, es la masa.

Nada más empezar, ‘La muerte de Danton’ plantea el enigma de la naturaleza humana citando la frase del propio revolucionario recogida también por Büchner: “¿Qué es eso en nosotros que miente, roba, asesina?” La corruptibilidad de la gente, el peligro que representan las masas y el escaso valor que puede tener la vida humana forman la urdimbre de la trama.

Al revolucionario del título le han apoyado las masas, pero la volubilidad del pueblo es manifiesta cuando se deja manipular por unas preguntas capciosas y demagógicas que plantea un partidario de Robespierre, el otro revolucionario convertido en enemigo de Danton. La veleidad popular aparece también en el juicio que se le sigue, cuando la gente que le ha apoyado cambia de opinión al ver cómo su líder va perdiendo la causa y acaba celebrando su muerte en la guillotina al grito de ‘¡Hail!’, un gritó que causó un enorme impacto en el público del estreno, dos años después del fin del nazismo. Según el propio compositor: “Era también un ajuste de cuentas con el terrible pasado reciente”.

‘La visita de la vieja dama’ no tiene a primera vista la profundidad filosófica de ‘La muerte de Danton’. Aparentemente todo es más ligero. Hay humor, aunque se trate de humor negro, muy negro, pero el final es tan dramático como el de Danton, con el pueblo, egoísta y cínico, canjeando la vida de un individuo por su propio bienestar.

En esta obra (recientemente puedo verse en Barcelona y otras ciudades el original teatral con una excelente Vicky Peña y la compañía Farrés Brothers dirigidos por Jordi Palet), la multimillonaria Claire Zachanassian regresa ya anciana al pueblo que la vio nacer, un pueblo empobrecido y mísero, para saldar una terrible cuenta. En su juventud, Alfred Ill la había dejado embarazada. Repudiada por la gente, había tenido que emigrar a Hamburgo donde ejerció la prostitución. La mujer, enriquecida tras numerosos matrimonios, promete solucionar todos los problemas económicos del pueblo a cambio de la vida de Alfred. Ante la oferta de un rutilante bienestar, el pueblo, en un abyecto ejercicio de presunta democracia, ordena el asesinato de su conciudadano. La obra acaba con el pueblo festejando la entrega del cheque que les debe sacar de las penurias.

Al igual que el alemán Hans Werner Henze, Von Einem rechazó los planteamientos de la vanguardia musical que ejercía una enorme influencia en la composición. Decía que para él “la técnica musical es como el evangelio, y la tonalidad, parte de este evangelio”. Su música es muy cromática, con una importante influencia de Prokofiev, pero muy especialmente, de Stravinsky, y también del jazz que había cultivado durante una estancia en Londres. En ‘La muerte de Danton’ incorpora una gran pluralidad de estilos. Por ejemplo, reelabora la música francesa de la época de la revolución y mira también al neoclasicismo.

La puesta en escena de esta obra en la Staatsoper que firma Josef Ernst Köpplinger parte de la imposibilidad de escapar de la vorágine, tanto Danton como el mismo pueblo que primero le sigue y después celebra su muerte. La producción se desarrolla en un espacio único, en una caja hecha de tablas, sin puertas ni ventanas, de la que nadie puede huir excepto Lucile Desmoulins, la mujer de uno de los compañeros de Danton, cuya vía de salida es la locura. Ella cierra la ópera acunando la cabeza de líder dentro de un saco gritando “Viva el rey”.

Wolfgang Koch como Danton encabeza el reparto. El barítono daba vida a un líder cansado y desilusionado y lo hace con una línea vocal excelente. Es un papel que se adapta muy bien a su vocalidad. También ofrecían una buena creación Jörg Schneider (Hérault de Séchelles), Ayk Martirossian (Saint-Just) y Olga Bezsmertna (Lucile Desmoulins). Thomas Ebenstein era un siniestro Robespirre.

La directora finlandesa Susanna Mälkki, especializada en música del siglo XX, dirigió con pulso firme y muchos matices a la orquesta y los coros de la Ópera de Viena, lo que le mereció un gran aplauso del público.

La partitura de ‘La visita de la vieja dama’, es más ligera, con una mayor entrega a formas jazzísticas. La representación en el Theater an der Wien contaba con varios puntos a favor, empezando por la dirección orquestal de Michael Boder (exdirector musical del Liceu), la orquesta sinfónica de la ORF, y el magnífico Arnold Schoenberg Chor que dirige Erwin Ortner. La calidad del reparto vocal iba en la misma línea.

La mesosoprano Katarina Karnéus hizo una gran creación del personaje de Claire Zachanassian, utilizando todos los recursos vocales que exige el papel de una gran dificultad como una voz ronca una veces, chillona otras, cavernosa o dulce. Russell Braun como Alfred Ill estaba a su altura. En un amplio reparto, algunos segundos papeles eran interpretados por cantantes de primera o casi, como Adrian Eröd (El maestro) o Markus Butter (El párroco).

Keith Warner firma una puesta en escena muy ingeniosa y eficaz que refleja a la perfección el poder corruptor del dinero. En la última escena que transcurre en la fonda del pueblo convertida ya en un bar-discoteca modernísimo gracias a los créditos sobre la lluvia de dinero que llegará al pueblo, destacan simbólicamente los indicadores de los aseos. Merece una mención el vistoso y colorista vestuario de David Fielding.

Von Einem estuvo muy vinculado al Festival de Salzburgo. Además de ‘La muerte de Danton’, también estrenó allí su ópera ‘Der Prozess’ (1963), basada en la obra de Kafka. Durante varios años fue miembro del consejo artístico del festival aunque en alguna ocasión tuvo algún encontronazo por defender sus ideas izquierdistas. Es sorprendente que, a diferencia de Viena, el festival liquide este verano el centenario del nacimiento del compositor con una única interpretación en versión concierto de ‘Der Prozess’.

‘La visita de la vieja dama’, vista el 23 de marzo. ‘La muerte de Danton’, el 27 de marzo.

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