PROTAGONISMO DE LAS MUJERES EN EL 'FANTASY'

'La revolución feminista geek': ellas también son frikis

La publicación del ensayo de Kameron Hurley coincide con la de numerosas novelas de ciencia ficción y fantasía que confirman el título de su libro

Kameron Hurley, autora de 'La revolución feminista geek'.

Kameron Hurley, autora de 'La revolución feminista geek'. / periodico

Ernest Alós

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Hasta escritores de fantasía o ciencia ficción tan machirulos como Andy Weir (que ha publicado, tras ‘El marciano’, ‘Artemisia’) o Joe Abercrombie (que en sus últimos relatos está girando la atención cada vez más a sus personajes femeninos, aunque su fijación por las guerreras lesbianas tenga algo de ‘voyeur’) han tenido que admitirlo. ‘La revolución feminista geek’, título del libro de artículos de Kameron Hurley que acaba de publicar Runas, se ha convertido en la nueva normalidad en este género: ya no se trata de la vieja reivindicación de sustituir las virginales figuras tolkienianas por ‘mujeres fuertes’ sino de un creciente protagonismo de las escritoras, de las autoras y de la imaginación en sus obras de nuevas formas de roles de género o estructuras familiares a las que el último calificativo que se les podría aplicar es el de patriarcales.

“Como escritora, es mi trabajo construir nuevas normalidades para la gente. Me toca a mí mostrar a las personas qué es posible”, explica Hurley en su colección de artículos, que tienen su origen lejano en su blog ‘Brutal women’. “Hay una revolución en marcha. Estamos presenciando algunas de las batallas más estridentes y violentas que tienen en un lugar aparentemente extraño: los medios de las comunidades de fans y de los autores de ciencia ficción y fantasía”, plantea.

De hecho, la gran novedad no es la revolución -aunque que el nuevo 'doctor Who' sea una doctora o que en el 2016 (cine) y el 2017 (TV) hayan aparecido los primeros personajes abiertamente gays en 'Star Strek' sin que haya colapsado ningún agujero negro dicen mucho de su avance imparable- sino que haya avanzado hasta el punto de generar una contrarrevolución. Los movimientos Gamergate en el mundo de los videojuegos SadPuppies en el de la ciencia ficción, con acoso en redes, de los que Hurley ha sido una de las víctimas, e intentos de blanquear y masculinizar las votaciones de los premios Hugo, ante el predominio en los últimos años de ideologías progresistas y ecologistas y de premiados de gays, mujeres y de color (y a veces las tres cosas simultáneamente). Algo que ha sacado de las casillas a esos “'geeks', casi siempre hombres blancos, que sufren una aguda nostalgia por aquellos días en que se daba por sentado que ellos eran el público de las novelas pulp y de los videojuegos”, y que esperaban encontrar obras situadas “en el tipo de antiguo universo colonial en el que mandan los tíos”.

Victoria en los Hugo

La campaña de los Sad Puppies (votantes todos de Trump, seguro) consiguió en el 2015 que el porcentaje de mujeres nominadas a los premios Hugo de ciencia ficción en EEUU bajase del 40% que había alcanzado al 20%. Pero ninguno de sus candidatos ganó (eran muy muy malos, no solo reaccionarios) y la venganza fue la victoria en dos ediciones consecutivas de Nora K. Jemisin.

El libro de Hurley habla de esa guerra. Es también un relato de memorias, más bien desaliñado y construido post a post, con las lamentaciones de una escritora primeriza ante los rechazos editoriales, de sus problemas con el peso, con la ruptura con su heterosexualidad, con una Diabetis tipo I y la crueldad del sistema sanitario de EEUU, con los insultos sexistas en las redes... y con quienes por el hecho de ser mujer le preguntan si escribe literatura infantil cuando lo último que había escrito era “una novela de ciencia-ficción-fantasía oscura sobre una cazarrecompensas bisexual que decapita a la gente para ganarse la vida”.

Y de paso, unos cuantos meneos a la misoginia de ‘True detective’. -“Las historias sobre hombres monstruosos no están ahí para enseñarnos cómo empatizar con las mujeres y los niños asesinados, sino con los hombres que luchan sobre los cadáveres”-, o al cliché de la falsa ‘mujer fuerte’, como Buffy Cazavampiros: “A las mujeres no se les permite dar miedo. Atemorizar de verdad. No de un modo no sexualizado ni fetichista”. En su lugar, dice, uno de los logros de la revolución feminista en el género es la normalización de las mujeres desagradables. Porque sí, pero también por un motivo, digamos, didáctico. “La incapacidad de empatizar con las mujeres desagradables de la ficción con frecuencia también puede conducir a la incapacidad de empatizar con mujeres que no siguen todas las normas en la vida real”.

Lesbianas en el espacio

Uno de los muchos ‘haters’ que se ha ganado Kameron Hurley en internet dijo de su novela ‘Las estrellas son legión’ (Runas) que se podría haber titulado perfectamente ‘Lesbianas en el espacio’. Se suponía que debía ser una crítica pero la autora cogió el guante y no vio ningún problema en ese título alternativo. Hasta tal punto que en España se ha publicado también con una sobrecubierta alternativa (pregunten por ella en la librería Gigamesh) con ese título no oficial. Pero con todo, sería erróneo dejarse llevar por él. En la novela de Hurley los seres humanos viven en Legión, una constelación de naves del tamaño de un planeta, que en realidad son grandes organismos vivos con seres extraños alojados en sus entrañas profundas, en proceso de descomposición y en guerra entre ellos. Sí, todos los seres en esa humanidad que viaja por el espacio son mujeres, así que evidentemente se aman, se engañan y se matan (sobre todo lo segundo y lo tercero) entre ellas. Pero si alguna sensación deja el libro es la suciedad y el pringue de sumergirse en esas morbosas naves-mundo.   

‘Friends’ tunelando el espacio

En ‘El largo viaje a un pequeño planeta iracundo’ (Insólita), de Becky Chambers, Rosemary Harper, una joven sobradamente preparada, se une a la tripulación de la ‘Peregrina’, una tuneladora espacial. Una nave que construye agujeros de gusano, autopistas interestelares. (Un personaje con ciertos parecidos y mejor destino que la Julie Mao que sobrevuela sobre ‘El despertar del Leviatán’ y ‘La guerra de Calibán’ (Nova), las primeras de la serie de novelas de Daniel Abraham y Ty Frank en las que se basa la serie de Netflix ‘The Expanse’; tanto los libros como la serie, muy recomendables, aunque en este caso se deba soportar la interpretación de Shohreh Aghdashloo). Pero volvamos a ‘El largo viaje...’ Un libro que no ofrece lo que parece que promete... sino algo distinto pero totalmente satisfactorio. Donde la confrontación con una peligrosa raza alienígena, la política galáctica en la que los hombres son unos recién llegados a una especie de ONU espacial y la especulación física flojean, el libro de Chambers se convierte en una lectura tan satisfactoria gracias a la convivencia de una tripulación étnicamente diversa, unos ‘Friends’ del espacio: un cocinero acogedor y nostálgico que físicamente podría recordar a la oruga de ‘Bichos’ pero que arrastra un doloroso pasado, un navegante enamorado de la inteligencia artificial de la nave, un capitán con un 'affaire' con una guerrera alienígena, la novata que descubre el amor homosexual y heteroespecie con una mecánica de una raza reptiliana con una especial estructura familiar...

Sexismo, racismo, clasismo...

Tan enfangada en los rifirrafes contra el fandom reaccionario como Hurley lo ha estado N. K. Jemisin, que a la reivindicación feminista en el campo de la fantasía suma la de su condición de mujer negra. Ganadora del premio Hugo a la mejor Novela en el 2016 por el primer libro de su Trilogía de la Tierra Fragmentada, ‘La quinta estación’, y de nuevo en el 2017 por el segundo, ‘El portal de los obeliscos’, que acaba de publicar Nova. Una advertencia: la curva de aprendizaje para entrar en este mundo donde ciertas personas, una etnia oscura, temida, perseguida y esclavizada, tiene la capacidad de quebrar la tierra y asolar civilizaciones, y una extraña relación con los obeliscos que flotan sobre su planeta, es exigente. Es el riesgo de no reciclar mitologías sino, como se planteó la autora, “crear algo completamente nuevo”. “Teniendo en cuenta mi experiencia como mujer negra es inevitable que desarrolle sociedades en las que se manifieste la intolerancia en diversas formas: sexismo, clasismo, racismo…”, nos explicaba en su visita a Barcelona hace ahora un año. En el palmarés de los Hugo la precedió (en una racha que tuvo consecuencias) Ann Leckie, con ‘Justicia auxiliar’, que tuvo continuidad en ‘Espada auxiliar’ (ambas en Nova). Todo un reto: los personajes, femeninos, son mentes cuyo cuerpo son las naves espaciales y sus miles de tripulantes.

‘Parentesco’ y otras progenitoras

La reivindicación de la diversidad de género y étnica <strong>en la literatura de género</strong> <strong>tiene sus orígenes</strong> al menos en la contracultura de los 60. Aunque entonces el género estuviese dominado por individuos que hoy se encontrarían con un <strong>#metoo </strong>en los morros y lo que entonces fue alternativo hoy sea afortundamente la nueva normalidad. Algunas reediciones recuerdan a pioneras como <strong>Octavia E. Butler</strong> (1947-2006), con <strong>‘Parentesco’</strong> (Capitán Swing). El viaje en el tiempo de una escritora afroamericana que va y viene, en incontrolables desplazamientos, a la plantación de Maryland donde, en 1815, dos de sus antepasados son, respectivamente, esclava y amo. El libro, publicado originalmente en 1979, se ha convertido en un clásico de la literatura afroamericana: como en la reciente ‘El ferrocarril subterráneo’, fantasía, sí, pero también reflexión sobre el pasado de EEUU, la relación entre blancos y negros y lo arbitrario del concepto de raza.