CRÓNICA

Wim Mertens, belleza sobre las ruinas

El músico belga ofreció un generoso y emotivo recital en Barts basándose en su nueva obra, 'Cran aux oeufs'

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zentauroepp42515384 barcelona 14 03 2018 festival guitar bcn concierto de wim 180315124648 / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Wim Mertens ha llegado a un punto en que necesita tanto tiempo para explicar el trasfondo histórico e ideológico de sus obras como para interpretarlas, pero después de sus exposiciones teóricas acaba quedando la música, simple y llana. Expuesta sobre un escenario, sigue transmitiendo la mezcla de belleza, inquietud y desafío con la que décadas atrás, en los años 80, se ganó a un público más amplio del que, en teoría, correspondía a una propuesta de signo vanguardista.

El pianista y compositor belga regresó este miércoles a Barcelona, sala Barts, acogido por el Guitar BCN, con la misión de adentrarse en los tres discos que integran ‘Cran aux oeufs’, una obra en la que conecta diversos episodios históricos, enraizados en la Grecia y el Egipto antiguos, con la inestable realidad de la Europa actual. Aunque no repasó los tres discos en su integridad, como sí hizo en Madrid el año pasado, esas composiciones ocuparon la mayor parte del recital. Empezando por ‘Earmarked’, una pieza de ese primer volumen en el que Mertens se acoge a su idea de 'sketch', de tentativa sonora, para transmitir sus impresiones no definitivas sobre Bruselas como símbolo de unos valores europeos en tiempos de crisis sociopolítica.

Trabajo duro

Lo hizo acompañado, más que arropado, por dos músicos con los que estableció una relación que él llama horizontal, puesto que el protagonismo se iba desplazando de un instrumento a otro y su piano fue en ocasiones un sustento para las melodías dibujadas por el violín de Tatiana Samouil o el cello de Lode Vercampt. Un trío que trabajó duro en un repertorio que combinó la una belleza limítrofe con el esteticismo, la severidad formal y el punto de fuga un poco excéntrico de la voz, aguda e imperfecta, del señor Mertens.

Composiciones serenamente emocionantes que remitían al lenguaje de origen minimalista que el músico cultiva desde siempre, y elaboradas en un juego de tensiones muy vivo, sin sensación de piloto automático. Y un Mertens visiblemente motivado, que se levantaba después de cada pieza para acercarse a sus colegas, darles indicaciones al oído y jalearlos pidiendo a su vez el aplauso del público.

Piezas con elevaron el tono en la segunda parte del concierto, a partir de partituras vigorosas como ‘Wegzuwünschen’, y que , caminando hacia las dos horas y media de sesión, apuntaron al pasado en tiempo de bises. Ahí, Wenders ofreció renovadas tomas de ‘Maximizing the audience’ y de aquellos ‘4 Mains’ ‘Close cover’ que, vía Peter Greenaway (‘El vientre del arquitecto’), le convirtieron, en los 80, en algo parecido a una estrella pop. A juzgar por las vibrantes ovaciones, para muchos sigue siéndolo.