CRÍTICA

Mercè Cuartiella: Microcosmos de barrio

Mercè Cuartiella brilla en 'Flor salvatge', una novela de antihéroes, sin glamur

La escritora barcelonesa radicada en el Ampurdà Mercè Cuartiella.

La escritora barcelonesa radicada en el Ampurdà Mercè Cuartiella. / periodico

Vicenç Pagès Jordà

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En solo seis años, M. Mercè Cuartiella (Barcelona, 1964) ha pasaodo de ser una escritora poco conocida a ganar el Premio Llibreter el 2012 con la novela 'Germans, gairebé bessons' y el premio Mercè Rodoreda el 2015 con los cuentos de 'Gent que tu coneixes'. En el 2014 publicó la novela 'L'afer marsellés', y ahora acaba de aparecer 'Flor salvatge'.

Estos cuatro libros tiene en común una cotidianidad contemporánea –con toques ‘vintage’- convulsionada por incursiones delictivas que ponen a prueba los vínculos personales, y en particular los familiares. 'Flor salvatge' es un paso más allá en esta dirección. En las primeras páginas encontramos un microcosmos de barrio (bar centrípeto, vecinas solícitas, pasado compartido) centrado en una mujer de cuarenta y tantos años que vive sola y que está a punto de perder el piso y su trabajo en una carnicería. Mientras tanto, inicia relaciones con un repartidor báltico y empieza a trabajar en una tienda de ropa. Entra en acción, entonces, el propietario, un anciano con un pasado turbio que se prolonga hasta el presente. Poco después, una muerte accidental pone a los personajes al límite y los lleva a revisar sus vidas.

Lo más peculiar de 'Flor salvatge' es la ordenación temporal. Cada una de las partes se inicia con una escena que no acabamos de entender hasta que no hemos leído los capítulos siguientes, donde las líneas del tiempo se intercalan y ramifican. A este recurso se añade la dilación sistemática, ya que las escenas se alargan con comparaciones y reflexiones del narrador, de manera que al final el lector se convence de que lo importante no es saber cómo acaba la historia sino disfrutar del trayecto. En este sentido, el lenguaje no es desnudo y funcional, sino que adopta aquí más protagonismo que en libros anteriores.

El barrio de la ciudad innominada no es muy distinto al de la película 'Amélie', aunque la amplitud de caderas de la protagonista se corresponda más bien con Adele, la cantante. El resultado es una novela de antihéroes, sin glamur, que podría desarrollarse años atrás –en los inicios de la gentrificación- en un barrio en el que predominase una clase media envejecida y cuando las redes sociales eran todavía de carne y hueso. En este sentido, no es casual que la dedicatoria inicial se refiera a “un mundo que ya no existe”.