CRÓNICA

Un fastuoso trío en 'Andrea Chénier'

Jonas Kaufmann, Sondra Radvanovsky y Carlos Álvarez se reparten honores en la apoteósica función del Liceu de la ópera de Giordano

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César López Rosell

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Una noche de ópera como de las de antes. El Liceu volvió a ser el coliseo de las voces de prestigio que tiempos atrás acudían a la sala en busca de la confirmación de su talento.  La presencia de Jonas Kaufmann, el tenor más mediático del siglo XXI, fue el detonante de esta inusual expectación que alteró los biorritmos del Gran Teatre. Era la velada del debut en España del cantante alemán en una ópera escenificada, 'Andrea Chénier', de Giordano. Pero la fiesta de exaltación a la belleza del canto no fue cosa de uno sino de los tres componentes del triángulo de esta trama de amor y traición, ambientada en la Revolución Francesa, ya que Sondra Radvanovsky y Carlos Álvarez compartieron honores con el divo en esta apoteósica celebración lírica.

Una ovación final de 12 minutos, con el público puesto en pie, refleja el clímax en el que se desarrolló esta función dedicada a Carmen Mateu de Suqué, alma de Peralada. Seguidores, y sobre todo las fans femeninas del atractivo intérprete, seguían con el vello de punta tras la interpretación del último dúo de esta obra verista, en el que el Kaufmann (poeta Chénier) y Radvanovsky (Maddalena de Cogny, dama de la nobleza) proclaman la eternidad de su amor antes de ser guillotinados al grito de ¡"Viva la muerte juntos!". Momento sublime del montaje de época de David McVicar que contó con, la enérgica dirección musical de Pinchas Sterling, quien supo controlar decibelios para adaptarse a los cantantes.

Impecable fraseo

Bastó que el tenor interpretara el célebre 'Improvisso' del primer acto para que se desatara la orgía de aclamaciones de la velada. Kaufmann expresó con la nobleza de su voz oscura y la elegancia y musicalidad de un bien administrado registro, el perfil de su personaje. Un impecable fraseo, además de una gran capacidad interpretativa, hicieron el resto. Dio lo mejor de sí en los dúos y en arias como 'Come un bel dì di maggio' o la contundente 'Sì, fui soldato'. Su gran actuación no impidió que sus  compañeros se quedaran a la zaga. El despliegue de la soprano, que debutaba en el rol, y el de Álvarez obligaron al cantante bávaro a superarse en el tramo final.

Ejemplar Radvanovsky en una obra que le permite lucir su vis dramática y su habilidad para adaptar su potencia canora a los matices del personaje. En los dúos se acopló perfectamente a Kaufmann y su estremecedora 'La mamma morta' transmitió todo el desgarro de este pasaje. El anonadado público enloqueció aclamándola. A Álvarez le van los personajes de carácter como Gérard. Es el criado que siente un amor posesivo por Maddalena, uno de los líderes de la Revolución y también el arrepentido por las consecuencias del sanguinario proceso. Renuncia a someter a la aristócrata e intenta salvar a Chénier y a la dama cuando ya es demasiado tarde. Todos estos estados de ánimo brillan gracias a la fuerza actoral y canora. Con su 'Nemico de la patria', expuesto con una modulada línea vocal, Álvarez recibió una incesante oleada de bravos.

De entre los secundarios destacaron Yulia Mennibaeva,  Fernando Radó (Roucher), Francisco Vas (el espía Incredibile) o Manel Esteve (Mathieu), además de la presencia de la gran Anna Tomowa-Syntow en el pequeño papel de Madelon. Una velada excepcional que en un teatro como el Liceu no debería ser flor de un día.