FILOSOFÍA

La esencialidad de Josep Maria Esquirol

El pensador catalán, ganador del Premio Nacional de Ensayo, publica 'La penúltima bondad'

El filósofo Josep Maria Esquirol en un céntrico hotel de Barcelona.

El filósofo Josep Maria Esquirol en un céntrico hotel de Barcelona. / periodico

Elena Hevia

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Josep Maria Esquirol (Sant Joan de Mediona, 1963) tiene el habla pausada de quien no pronuncia palabra alguna en vano. Sabe que a partir de precisión se construye el pensamiento y que muchas veces éste se muestra cargado de palabrería, por aquello de que todo adorno no es sustantivo. Tras una trayectoria de 30 años de docencia y 10 libros en su haber, Esquirol ganó el Premio Nacional de Ensayo y el Ciutat de Barcelona por su libro 'La resistencia íntima', que se convirtió en un superventas en su género La resistencia íntima', y congregó a un arco de lectores tan amplio como para emocionar al burgués más conservador, y en el otro extremo, a lectores más como David Fernàndez. Ahora con 'La penúltima bondad' (Acantilado / Quaderns Crema) prosigue la ruta marcada por aquel libro, una incitación a vivir la vida en su experiencia más sencilla y a la vez más honda (habituales de la autoayuda abstenerse). Aquí se retoma ese concepto para hablar de la generosidad y el desarrollo de tres verbos esenciales en la condición humana: vivir, pensar y amar.

Se atreve mucho el autor, incluso a utilizar un concepto tan resbaladizo y “vinculado a tantas tonterías” como la felicidad. Habla de ella por primera vez en su trayectoria obra dándole una significación distinta a la habitual “No he querido darle una idea de totalidad porque eso es un callejón sin salida y lo único que provoca es frustración. Un paraíso que no te lleva a ningún sitio. Un domingo eterno. En cambio, si piensas en la felicidad como algo asociado a la acción se convierte en un concepto más austero y puede estar ligado, por ejemplo, a la alegría por un trabajo bien hecho”.  De ahí que el título aluda al concepto de obra no acabada.

Materialismo de lo concreto

Reniega Esquirol del lenguaje más especializado o tecnicista, que él llama “degenerado”. Le interesa mucho más el lenguaje coloquial y reivindica la expresión “vas bien” pronunciada por un amigo o un maestro. “Esa frase tiene sentido en el camino que vas haciendo y es muy poco pretenciosa”, dice.

"Hay que pensar en la felicidad como algo asociado a la acción. Algo que puede ir ligado, por ejemplo, a la alegría por el trabajo bien hecho" 

Josep Maria Esquirol

— Filósofo 

“Yo no hablo de la vida como una totalidad- especifica el filósofo- sino de las vidas concretas de las personas. El punto de partida para mí es la horizontalidad de la tierra donde se levantan las vidas verticales de cada uno. Parece ser que somos muy materialistas pero eso es solo un concepto abstracto. En realidad, el materialista es el que toca las cosas, que las vive de cerca”. Hay que recordar que Esquirol es nieto de un pastor de ganado y que “reivindica el materialismo de lo concreto”.

Abstracto es algo que no gusta al pensador porque la abstracción no te hace “ir bien”. Descree de la ideas preconcebidas que actúan como verdades inamovibles, llámense estas religión o política. Pero lo cierto es que muchos creyentes han visto una cierta respuesta espiritual en los libros de Esquirol, que no ha dudado adoptar a Francisco de Asís, el santo más ácrata y ecuménico, como compañero de viaje. Pero la trascendencia religiosa no era su intención. “Yo no establezco diferencias entre el mundo y un universo platónico o religioso, porque ese planteamiento tampoco va bien. Sencillamente creo que sentirnos vivos es algo que no podemos asumir, en el sentido de digerir. Yo siento que no soy el amo de mí mismo. Pero claro, en esta situación se producen brechas. Si alguien quiere ver en ellas trascendencia espiritual no me parece mal, como no me parece mal lo contrario, aunque no era mi intención ser interpretado así”.

La bondad frente al mal

'La penúltima bondad', al igual que 'La resistencia íntima', tiene mucho de guía vital, de señalar los gestos que nos hacen más humanos y que se encuentran peligrosamente cerca de sus contrarios. “Los gestos esenciales del ser humano son amparo y generosidad. Creo que todo lo se genera puede degenerar con un pequeño desplazamiento, así que debemos estar muy pendientes de todo los que se genera”. Pone como ejemplo la pasividad, que él considera positiva en el sentido de que está asociada a la sensibilidad, pero esta, ay,  se encuentra muy cerca de la indiferencia. “Cuando escribió sobre las razones de fondo que habían posibilitado los campos de concentración, Theodor Adorno dijo que había que prestar atención a la frialdad de las personas”. La prevención, tan sencilla como clara, la establece Esquirol en la generación de la bondad y añade: “En nombre del bien se han cometido grandes errores pero no en nombre de la bondad. Las raíces de la bondad son más hondas que las del mal”. Esa constatación, dice, no quita intensidad ni dolor a los efectos de la maldad.