PUESTA EN ESCENA DEL POPULAR 'TALENT SHOW'

'OT', el sueño continúa

Los concursantes de la 9º edición llenaron el Palau Sant Jordi en un concierto culminado con los emotivos duetos de Amaia y Alfred

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Y al séptimo año, Operación Triunfo Operación Triunforesucitó y demostró que la vieja formula de la fábrica de estrellas (veremos si fugaces) mezclada con competitividad y romance conserva su punch: un Palau Sant Jordi lleno gritó y rugió, utilizando el lenguaje de una de las concursantes, Marina, ante el desfile de los 16 titulares de esta 9ª edición de O.T. Festival de covers, voces hiperpreparadas y muchas ganas de que algunas de las parejas participantes proclamaran públicamente su amor.

Fue un maratón de canciones, 37 en total sin contar con la casi mítica sintonía del programa, que abrió la noche con Manu Guix dirigiendo sonriente la banda desde los teclados. Sin tiempo ni para pestañear, la escuadra completa abordó al galope I'm still standing, de Elton John, entre aullidos de las gradas a medida que la letra iba pasando de voz en voz. El veterano del grupo, Ricky, tomó acto seguido la palabra para manifestarse anonadado ante la visión del Sant Jordi hasta arriba. «Ahora entiendo cuando Rosa decía lo de las lentejitas», bromeó el mallorquín mirando a las gradas. El sentido de la rivalidad, siempre muy presente: «¿Vosotros, por quién venís? ¿Quien os gusta?»Parejas cambiantes

La pareja de la noche, eurovisiva ella, es decir, Amaia y Alfred, demoró su aparición en escena hasta el tramo final, de modo que hasta entonces se sucedió un carrusel de actuaciones que tuvo algo de desfile de voluntariosos teloneros. Una y otro se dejaron ver, eso sí, con otros partenaires. Amaia, con Ana Guerra en honor a Presuntos Implicados (Todas las flores), y Alfred, haciendo buenas migas con Marina en ese clásico del pop adulto moderno llamado Don't dream it's over, de Crowded House.

Ovaciones para otro tándem muy esperado, el de Aitana y ese muchacho gallego que presentó como «muy importante para mí» y que no era otro que Luis Cepeda. Sentido asalto a No puedo vivir sin ti, de Los Ronaldos, coronado con ambos intérpretes entrelazando las manos y fundiéndose en un abrazo. Cepeda le puso luego mucho sentimiento a Say you won't let go, de James Arthur.

Raciones de power ballads desatadas, un Juan Antonio abriendo su corazón, o algo así, clamando por sus «ganas de vivir la vida» en A puro dolor y obteniendo nuestra comprensión. Resultones asaltos a Stevie Wonder y la escena de Raoul y Agoney besándose al término de Manos vacías«por la libertad y la visibilidad».

Un concierto como este, con tantos cantantes y repertorio, en otras manos podría haber durado cinco horas, pero se notaba el dominio del noble y muy agradecido arte de ir al grano en la sala de máquinas de O.T. Ritmo supersónico, de lo más televisivo, en el tránsito escénico, de modo que cuando aún estabas bajo el efecto de ese colectivo A quién le importa, ya tenías en las narices a Roi haciendo de Bryan Adams. Y aliándose juego con Amaia en la libidinosa Shape of you, de Ed Sheeran. Hubo cierta cuota de remember eurovisivo: Nerea atreviéndose con la rarita Quédate conmigo, que en su día defendió Pastora Soler, o Miriam y Thalia, juntas para mayor gloria de la discotequera Euphoria, con la que Loreen, sueca, ganó en el 2012.

Y como en los conciertos de las estrellas, los hits, al final. Amaia, rompiendo levemente los límites del cliché superexpresivo, insinuando personalidad, en una pieza torrencial, Shake it out, e invitando luego al escenario a quien todos tenían ya en mente. «No hace falta presentar a esta persona, solo decir que le quiero un montón», indicó dando paso a Alfred, con quien se sentó al piano, casi cheek to cheek, en un sencillo y bien trazado City of stars, de la película La la land.

En contraste, el peleón ritmo reguetonero de Lo malo, de Aitana y Ana Guerra, camino de Tu canción, la apuesta de Eurovisión-18, con Amaia y Alfred besándose por fin, sin amago de efecto cobra alguno, y La revolución sexual, de La Casa Azul, como fin de fiesta. Antes sonó Camina, pieza fetiche de esta quinta de O.T . La presentó Miriam: «Una canción que habla de nosotros, porque los sueños se cumplen».