RECITAL EN BARNASANTS

Ruper Ordorika, buscando el eco

El cantautor vasco revisa su repertorio en solitario y en clave acústica este domingo en el auditorio Barradas

El cantante vasco Ruper Ordorika.

El cantante vasco Ruper Ordorika. / periodico

Jordi Bianciotto

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Ruper Ordorika tiene a sus espaldas casi cuatro décadas de trayectoria y una veintena de discos en torno a una canción de autor que ha incorporado tanto texturas de folk como de rock de vanguardia. Este domingo regresa al festival Barnasants (auditorio Barradas, de L’Hospitalet, 19.00 horas) reducido a su esencia, a su voz y su guitarra, buscando transmitir lo que él llama “el eco de la canción”, eso es, el ingrediente volátil que hace que una composición trascienda su significado explícito y “resuene más allá de uno mismo”.

Un propósito elevado que este trovador de Oñati (Guipúzcoa) persigue sin golpes de efecto ni haciéndose la víctima por cantar en una lengua, el euskera, que es “minoritaria en su propio país”. Sigue haciendo discos “milagrosamente”, ironiza, y dice tener la sensación de que sus artes “son ahora más visibles que en otros tiempos”, aun sin saber exactamente por qué. De hecho, su último disco, ‘Guria ostatuan’, lanzado a finales del 2016, ha obtenido uno de los premios de la música vasca, Musika Bulegoa, por sus cualidades “sutiles y poéticas”.

Las cantinas del mundo

El título de este trabajo alude a un bar o refugio llamado Guria que se corresponde con el que, en efecto, le dio cobijo en el pasado en su Oñati natal y que es a la vez “un símbolo del lugar en el que te encuentras con tu gente y en el que no te sientes juzgado”. En el disco hay alusiones a las “cantinas del mundo” a través de la poesía del estadounidense Gary Snyder, metáforas de los espacios “en los que buscas al otro y que todo el mundo necesita”.

Pero en Barnasants irá más allá del disco y ofrecerá un recital antológico con sus canciones desnudas, en contraste con las elaboradas texturas de las versiones grabadas, en las que suele contar con músicos de la escena experimental neoyorkina como el batería Kenny Wollesen (colaborador habitual de John Zorn y Bill Frisell). “Hay canciones, no todas, que cuando más las desnudas más ganan, aunque comprendo que así exigen más al oyente. Y la pregunta es cómo funciona eso ante un público que no entiende las letras”, reflexiona. Ahí, remitiéndose a sus experiencias en Catalunya, observa a una audiencia que “aunque no entienda, comprende, por decirlo así, y comparte el hecho de la canción por otras variables”.

‘Cançó’ en euskera

Este Ordorika más puramente cantautor tiene hondas raíces que alcanzan a la escena catalana de los 70, empezando con una de las voces más heterodoxas, la de Sisa. “Sus primeros discos fueron para mí una revelación. Nadie hacia aquellas letras. Y Pau Riba, y Ovidi Montllor… Aquel movimiento fue un referente”, destaca, y se muestra incluso dispuesto adaptar algún día al euskera, “todo llegará”, alguna canción catalana que le motivó.  

Aunque “son malos tiempos para las minorías”, Ordorika valora el camino andado. “Yo aún soy de los que crecieron viendo pegar en la escuela por hablar euskera, así que estar donde estamos quiere decir que hay una comunidad con voluntad de perdurar y mucha otra gente que sin ser euskaldún valora eso como algo culturalmente importante”, destaca. Lo hará el público que le acoja en Barnasants, donde se servirá de sus canciones para “comunicar e ir un poco más allá de uno mismo”. Volvemos a su teoría del eco, al fenómeno según el cual “a veces, las canciones consiguen reverberar y hablarte de otro modo, tocando frecuencias que quizá no solo lógicas pero que te conmueven”.