CRÓNICA

Rosalía & Raül Fernández, mucha vida

La cantaora y el guitarrista culminaron su gira 'Los Ángeles' con un vibrante recital de reinterpretación flamenca en el Palau

Rosalía y Raül Fernández, 'Refree', en el Palau de la Música

Rosalía y Raül Fernández, 'Refree', en el Palau de la Música / periodico

Jordi Bianciotto

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En la juventud hay a veces una mirada de fascinación romántica hacia la muerte como categoría total y es posible que de ahí surja la fuerza que impulsa a Rosalía a hacer suyo el repertorio de cantes de duelo y eternidad de ‘Los Ángeles’, ese disco oscuro con el que se ha alzado como estrella neoflamenca. Desde la lejanía al hecho biológico propia de sus 24 años, pero a través del hilo de vida que une los extremos, Rosalía agrupa y eleva ese repertorio antiguo a otra circunstancia, y un poco más todavía en directo, de la mano de su productor y guitarrista, Raül Fernández, Refree.

Su voz derrochó poderes por sí sola, este jueves, llenando la caja de cristal del Palau  (festival Guitar BCN) con su cante de educación flamenca y a la vez inquieto y espoleado por el, ahí sí, disidente toque de su ‘partenaire’, que con cada rasgueo ‘hardcore’ y cada golpe de caja la empujaba más y más hacia sus propios límites allá en el filo de la canción. Un juego de fuerzas que comenzó a manifestarse en ‘Si supieras compañero’, apertura de ‘Los Ángeles’, a la que siguieron los tangos, no incluidos en ese trabajo, de ‘Aunque es de noche’, guiño a Morente que Rosalía bordó modulando su voz entre el diálogo consigo misma y el ‘crescendo’ desatado.

Rastros de sangre

Puesta en escena clásica, dos sillas y no mucha luz, para una reinterpretación flamenca que se salta reglas y que ha puesto los pelos de punta al gremio purista. Pero Fernández no es un ‘tocaor’ ni lo pretende, y hay un arte en sus arpegios profundos, sus mantras de subgraves y sus reverberaciones, valiéndose de la guitarra flamenca, como lo hay en el modo de Rosalía de sostener por sí sola las líneas melódicas levantando su catedral del cante, esbelta y con un punto salvaje. Pudimos apreciarlo en ‘Por mi puerta no lo pasen’, cuando ella pasó a cantar de pie, en esa ‘Catalina’ que fundió silencios y acordes punk, o en ‘Por castigarme tan fuerte’, que interpretó se diría que con la garganta manchada de sangre y donde el piano suplió a la guitarra.

El repertorio de ‘Los Ángeles’, que en el bis condujo a la arrolladora ‘De plata’ y la adaptación de ‘I see a darkness’, de Bonnie ‘Prince’ Billy, alejándose del jondo, se abrió a otras dos piezas no grabadas, ‘Llanto del Sacromonte’, recuerdo a Juanito Valderrama, y un ‘Que nadie vaya a llorar’ asociado a una muerte precisa y cercana, la de Manuel Molina. Fin de gira en el Palau, palabras sucintas de agradecimiento y la confesión de Fernández. “Llegamos a dudar, pero estábamos convencidos de lo que estábamos haciendo”.