CRÍTICA DE CINE
'El hijo de Bigfoot': un yeti muy familiar
Mezcla de aventura y fantasía familiar, con un estilo de animación tan naíf como lo es la propia historia
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
La adolescencia es complicada, y más, como le ocurre al protagonista de El hijo de Bigfoot, si eres introvertido, los compañeros de escuela se burlan de ti, los profesores no te comprenden y estás convencido de que tu padre falleció de forma heroica. De eso habla inicialmente este filme de animación belga que toma distancia respecto a Bigfoot y los Henderson, la película de 1987 sobre una suerte de yeti estadounidense. Luego se desarrolla por los terrenos de la mutación genética y los experimentos con el cuero cabelludo, con un nuevo Bigfoot, mitad humano mitad bestia, mezcla de aventura y fantasía familiar y un estilo de animación tan naíf como lo es la propia historia.
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