CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Lady Bird': la adolescencia independiente

Greta Gerwig en estado de puro relatando con fluidez y corrección las dudas y anhelos de una chica que se ahoga en el pequeño mundo en el que ha crecido

Quim Casas

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Greta Gerwig nació en Sacramento en agosto de 1983, así que cuando las Torres Gemelas de Nueva York cayeron destrozadas, tenía 17 años. Su madre era enfermera y su padre trabajaba como programador de ordenadores. Estudió en una escuela católica y partió después para Nueva York. Es de origen irlandés.

La protagonista de Lady Bird tiene 17 años, vive en Sacramento -ciudad de la que quiere escapar para matricularse en una universidad neoyorquina-, contempla por televisión las imágenes de la contienda de Irak tras el 11-S, su madre es enfermera y su padre, aunque en el paro, también es programador.

Más autobiográfica no puede ser la película. Añadamos que la actriz escogida para encarnar a la protagonista, la también irlandesa-estadounidense Saoirse Ronan, tiene un parecido físico considerable, aunque en esta edad adolescente el personaje, siendo muy activo y decidido, aún ostenta una candidez que ya no tenía Gerwig en sus interpretaciones en títulos como Frances Ha o Damiselas en apuros.

Había correalizado con Joe Swanberg un primer filme en 2008, Nights and weekends, pero Lady Bird es el decisivo: Gerwig en estado de puro (solo tras la cámara y el guión) relatando con fluidez y corrección las dudas y anhelos de una chica que se ahoga en el pequeño mundo en el que ha crecido. Los primeros amores, la amistad, los conflictos con los padres, la vida en los suburbios, la necesidad de aparentar lo que no se es, los problemas económicos de la familia…

Un catálogo completo dividido en escenas precisas, en su tiempo justo. Lo que cuenta no me parece tan interesante como la sencillez con que lo cuenta.