UN MÚSICO HETERODOXO

La anarquía espiritual de Pedro Burruezo

El músico viaja al sufismo en su nuevo disco, 'Dervishes & troubadours', que presentará en sendos recitales en Barnasants

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zentauroepp41941148 barcelona 07 02 2018 icult el m sico pedro burr180208195201 / JORDI COTRINA

Jordi Bianciotto

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Pedro Burruezo fue moderno entre modernos con Claustrofobia, mezclando géneros populares sobre una caja de ritmos para pasmo de unos y otros, y ahora lo vemos cultivando la espiritualidad y cantando al místico sufí Ibn Arabi al dulce son del archilaúd y la flauta ney. ¿Qué ha ocurrido? “La música me hizo ver que el mundo no podía ser solo material, que hay algo más: un alma”, razona este músico barcelonés, que ha publicado ya seis discos con las cambiantes versiones de su grupo, Camerata, el último de los cuales es ‘Dervishes & troubadours’.

Un trabajo de canciones de ‘tempos’ recogidos e instrumentaciones de fantasía oriental, que levanta un imaginario místico a través de la belleza y la capacidad de emocionar, y tocado por el canto intensísimo del mismo Burruezo. Lo presentará este fin de semana en sendos recitales de Barnasants: el viernes en la sala 3 del Auditori y el sábado en L'Ateneu, de Celrà. Contará con la Nur Camerata, esto es, la cantante Maia Kanaan, el violoncelista Jordi Ortega y el percusionista y bailaor Miguel Donaire, a los que se sumará el multinstrumentista sudanés Wafir S. Gibril. Una luz trascendente, significado de la palabra árabe ‘nur’, cubre toda una obra que, desliza Burruezo, “es tan personal que resulta imposible de etiquetar”.

Mirada contemporánea

Los derviches, miembros de ‘tariqas’ o cofradías musulmanas sufíes, están en el origen de su imaginario, ya que de ellos “derivan los trovadores”, si bien estos “sustituyen a Dios por la figura de la amada”. Unos y otros se encuentran en este disco de sonoridad “inspirada en el mundo medieval pero contemporánea”, subraya Burruezo, quien hace unos años se convirtió al islam pero que quita hierro al argumentario histórico o religioso que pueda formularse en torno a su música. “Al final, te llega o no te llega”.

Su propuesta es, apunta, menos excéntrica de lo que podría parecer. “Ahora mismo hay todo un movimiento de músicas que giran en torno al Al-Andalus o la música sefardí, más tradicional o más de vanguardia”, señala. Y él, que conoce el entorno del pop, hace notar cierta paradoja. “Tocar esta música espiritual representa que te has hecho conservador, frente a un pop que debe ser rompedor. Pero, a la hora de la verdad, el pop está lleno de prejuicios y es en el mundo espiritual donde hay una búsqueda de la anarquía absoluta, debido a que no estás sometido a nada terrenal”. Y por eso “acabas siendo el más libre de todos”.

Máquinas humanas

Su propuesta puede adaptarse a muchos contextos, “del Festival de Música Antigua de Córdoba al vanguardista Periferias, de Huesca”, y hereda algo de la heterodoxia que ya practicó en Claustrofobia. “Fuimos uno de los grupos que comenzaron a romper la barrera del género”, apunta recordando álbumes como ‘Repulsión’ (1987), en el que había “un pasodoble, una bossa nova, una rumba, una canción oriental, una pop-folk, una aflamencada…”, enumera. Y con aquel fondo tecnológico de tacto casero. “Pero era algo tan sincero y visceral que cuando sonaba a máquina era una máquina humana”.

Como quedó reflejado en la película ‘Las tres vidas de Pedro Burruezo’ (2014), de José López Pérez, el músico combina, desde su residencia en Sant Feliu de Guíxols, la música con su otra profesión, el periodismo con fondo activista, en ‘The ecologist’. Se siente “un poco gafado” respecto a Barcelona. Pero lo dice con suma serenidad. “Yo ni me enfado ni me quejo”, puntualiza el músico, convencido de que ahí afuera hay mucha gente que “quiere escuchar una música que transmita una espiritualidad viva y profunda”.