EL ANFITEATRO

Un destino fatal

La Ópera de Paris pone en escena el oratorio 'Jephtha', el testamento musical de Händel, con William Christie y Les Arts Florissants

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Rosa Massagué

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“Así debe ser” (“It must be so”). Es la primera frase del oratorio ‘Jephtha’, la última gran obra que compuso Georg Friedrich Händel, en la que la sumisión ciega al destino resulta implacable tanto en la historia que narra, extraída de la Biblia, como a título personal. Mientras la componía la vista le fallaba, tanto que esta dificultad le llevó a escribir en un margen de la partitura: “¡Cuán oscuras son, Señor, tus sentencias!”. El libreto es obra del eclesiástico Thomas Morell.

William Christie al frente de su coro y orquesta Les Arts Florissants han llevado a la Ópera de París, concretamente al palacio Garnier,  la tragedia de un padre que debe sacrificar a su hija, en una puesta en escena de Claus Guth protagonizada por el tenor Ian Bostridge.

Jephtha es el guerrero que debe ganar una guerra contra los enemigos de Israel y reunir en torno a Yahvé, el dios de los israelitas, al pueblo que estaba adorando a otros dioses (un clásico de la Biblia). Antes de partir promete que en caso de victoria sacrificará a la primera persona que encuentre a su paso. Sí, como Idomeneo. Y como el personaje de la ópera mozartiana, la primera persona con la que Jephtha tropieza es, en este caso, con su hija única, Iphis.

Dado que los sacrificios humanos eran poco aceptables en la sociedad del XVIII (y en cualquier sociedad), un ángel aparece en el último momento para enmendarle la plana al Libro de los Jueces, el libro bíblico que narra esta historia. El ángel salva a la chica, pero la condena a vivir virgen al servicio de Dios para desesperación del novio, Hamor, y de la madre, Storgè. “Así debe ser” se repite varias veces a lo largo de la obra. Y así la fatalidad se cumple aunque solo a medias. Según Christie esta composición marca el fin y el apogeo de la carrera de Händel. Es su testamento musical.

El género del oratorio tiene los mismos elementos que la ópera solo que ésta es teatro musical. Con temas procedentes casi siempre de la Biblia, se consideraba que no eran aptos para ser representados. Solo se tocaban y cantaban aunque fuera en teatros como el Covent Garden o el King’s Theatre de Londres que es donde Händel, maestro del género, los estrenaba y dirigía tras dedicar los últimos años de su prolífica carrera a estas composiciones después de abandonar la ópera que le resultaba menos rentable.

Una puesta en escena simbólica

Dos siglos después, aquella convención ya no rige y los oratorios se representan teatralmente pese a la dificultad que plantea el tener una estructura poco escénica con escasa interacción entre los personajes. A estos problemas se enfrenta Guth y los resuelve no siempre satisfactoriamente mediante una puesta en escena simbólica. Lleva la frase “It must be so” a ser parte muy presente con unas letras gigantes que aparecen y desaparecen del escenario, primero ordenadas para adoptar después una forma caótica reflejando la desesperación de Jephtha y el desconcierto que ha creado entre los demás personajes y en el pueblo su creencia ciega en dios que le obliga a sacrificar a la hija.

Con una escenografía en blanco y negro, el único color visible es el rojo de la sangre. Guth llena las partes orquestales con movimientos a ritmo de cámara lenta de la batalla contra los enemigos de Israel que son los amonitas a quienes los guerreros del caudillo rebanan algunos pescuezos. Otro añadido y de más dudosa necesidad y eficacia son unos efectos de sonido amplificado que anuncian los cambios de acción. Uno de los momentos de mayor impacto es cuando la música se detiene completamente al abrirse la puerta por la que Jephtha se dispone a entrar y encuentra que quien se la abre es su hija.

Este ‘Jephtha’ era una buena ocasión para ver al tenor Ian Bostridge que frecuenta poco los escenarios. Händel escribió esta parte con un gran cambio entre el principio y el fin. Las arias iniciales son relativamente sencillas para ir ganando en dificultad a medida que el personaje se enfrenta al horror que ha provocado con su juramento. El guerrero que presenta Bostridge se aviene al aspecto siempre melancólico del cantante. Su Jephtah se encuentra más cómodo en el personaje que duda, que  interioriza su pesada carga en el tercer acto, que en el guerrero del primero.

Completaban el reparto la contralto Marie-Nicole Lemieux (Storgè), la soprano Katherine Watson (Iphis), el contratenor Tim Mead (Hamor), el bajo-barítono Philippe Sly (Zebul) y el contratenor Valer Sabadus (Ángel).

Como en todos los oratorios de Händel, el papel del coro es muy principal. En este lo es particularmente y el de Les Arts Florissants fue sin duda lo mejor de este ‘Jephtha’ superando la dirección poco contrastada impuesta por Christie a orquesta y conjunto vocal.

Esta obra es una coproducción de la Ópera de París y la Ópera Nacional de Amsterdam donde se estrenó en el 2016. Una nueva producción de ‘Jeptha’ que se estrena en Wiesbaden el 4 de febrero cuenta con la mesosoprano catalana Anna Alàs en el papel de Storgè.

Oratorio visto el día 22 de enero.

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