CRÓNICA

Deacon Blue, soñando con la eterna juventud

El grupo escocés desplegó su pop detallista y emotivo en Barts tras 25 años de ausencia en nuestros escenarios

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Jordi Bianciotto

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Deacon Blue regresó este jueves a Barcelona tras 25 años de ausencia y le recibió un público eufórico que había agotado todo el papel en la sala Barts (festival Guitar BCN). Ecos de tiempos en que su repertorio refinado y con vocación emotiva daba lustre a la vaga pero funcional etiqueta del pop escocés, con Simple Minds o The Silencers. Concierto dominado por las miradas hacia atrás, por el reencuentro con canciones que parecían haber sido creadas en una vida anterior.

Pero, aunque la distancia temporal nos pueda producir ese efecto, Deacon Blue no se desdice del sonido que le colocó en el mapa e incluso su material moderno apuntó a una noción de pop adulta con ingredientes de cantautor folk. Eso sí, ahora canciones de notable factura como ‘Bethlehem begins’, ‘The believers’ o ‘That’s what we can do’, procedentes de sus tres últimos discos (el más reciente es ‘Believers’, del 2016), no suenan por la radio, pero esa ya es otra historia.

Viejas complicidades

Abriendo la noche con ‘Born in a storm’ y ‘Raintown’, piezas de apertura de su primer disco, quedó claro que el grupo deseaba lucir su legado y restablecer complicidades con una audiencia que quizá fuera la misma que lo aplaudió en sus lejanas visitas a Barcelona (tres a Zeleste y una al Palau entre 1988 y 1993). El juego de contrastes entre las voces de Ricky Ross y Lorraine McIntosh siguió dando forma a un aura coloreada, un poco sentimental, en piezas como ‘Wages day’ o ‘Your swaying arms’, reconstruidas con detalle por una sexteto que incluía a otros dos históricos, James Prime (teclados) y Dougie Vipond (batería).

Aunque el grupo se bautizó en su día en honor a una canción de Steely Dan, ‘Deacon blues’, en lo suyo no hay ni jazz ni arquitectura progresiva, pero sí trazos de sofisticación que se hicieron notar en ‘When will you (make my telephone ring)?’, con suaves fibras soul, ‘Circus lights’ o una de las joyas de su repertorio, ‘Loaded’, provista de un largo y sutil estribillo digno de Paddy McAloon (Prefab Sprout). Su momento más extrovertido, ‘Real gone kid’, sacudió el concierto en su ecuador.

Aunque Deacon Blue bien se pueda contemplar en una vitrina, desprende a la vez una fuerza interior a través no solo en la actitud expansiva de Ricky Ross sino también en la misma textura de canciones como ‘Dignity’ (muy The Waterboys, por otra parte), transmitiendo al público la sensación de formar parte de una experiencia intensa. Así fue en ese bis que incorporó un suave ‘I’ll never fall in love again’, de Burt Bacharach y Hal David, y que culminó apelando a los principios más elevados vía Bob Dylan en ‘Forever young’.