NUEVA NOVELA

Blanca Busquets y los secretos de una "mala pécora"

La autora de 'La nevada del cucut' regresa con 'La fugitiva', la historia de una arisca anciana marcada por un episodio de su infancia

Blanca Busquets, este martes en la librería Laie de Barcelona.

Blanca Busquets, este martes en la librería Laie de Barcelona. / periodico

Anna Abella

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Blanca Busquets (Barcelona, 1961) no cree “en los malos”. Más bien opina que “los malos existen por las circunstancias que se han encontrado” durante su vida. “Hay unos motivos que hacen que una persona sea así”, señala la escritora y periodista. Por ello indaga en “lo que le pasó”, cuando tenía apenas 14 años, a Mireia, la protagonista de ‘La fugitiva’ (Proa). Ella es su primera “mujer mala, una mala pécora”, que ya aparecía en su anterior novela, ‘Jardí a l‘obaga’ (2016), y que ahora es una arisca anciana de más de 90 años que vive sola en su piso de Sarrià, desde donde espía a los vecinos con prismáticos de ópera desde el patio de luces y menosprecia a sus asistentas.   

En el caso de Mireia, “en lugar de ‘cherchez la femme’, hay que buscar a los padres” y su implicación en “lo que le pasó”, algo que ocurrió cuando tras la guerra civil el padre regresó a casa desde el frente y que no hay que revelar para no ofrecer ‘spoilers’. “Ella no lo superará nunca y afecta a la relación con todas las personas de su vida. Ella sobrevivió. Es una superviviente. Y se venga del mundo”, explica. 

"Las vergüenzas se ocultan"

“Lo peor fue que no pudo contar ni con su propia madre”, añade la autora de la celebrada y dura ‘La nevada del cucut’ (Premi Llibreter 2011). “Todo el mundo calla, es la casa de la vergüenza. Antes y ahora, en las ciudades y en los pueblos, las vergüenzas se ocultan, se tapa todo”. 

La protagonista de esta su novena novela, haciendo honor al título -‘La fugitiva’-, “huye de todo, se pasa la vida huyendo desde el día que fue el punto de partida de lo que le pasó y la hizo como es, de lo que la rompió”. Y como “encontramos lo que sembramos”, pasa un tiempo en la cárcel en los 70 porque hizo “cosas muy gordas”. Busquets recupera en ese episodio su experiencia como voluntaria en el área de psiquiatría de una prisión durante año y medio. “Allí aprendí lo que no se aprende en toda una vida, lo que ves allí no lo ves en ninguna otra parte, es el mundo en pequeño. Es un lugar donde hay funcionarios que son buenas personas y otros, pocos, que son unos sádicos. Aunque por decir eso me llevaron ante el juez”, recuerda la autora de 'La casa del silenci'.

Los secretos

En la cárcel, a su protagonista “le pasan cosas muy duras y fuertes”, pero a Busquets le sirve para seguir descubriendo a personajes secundarios, que “son como la vinagreta de las ensaladas”, como Maria de les trenes, que mató a su marido con ‘tora blava’ (acónito) una planta muy venenosa. También sigue fiel la escritora a incluir en la trama secretos, porque “son la salsa de la vida”, y regresa, aunque solo sea en el pasado de Mireia, a La Carena, un pueblo que es ‘su’ amado Cantonigrós ficticio.       

Pero recalca que aunque la anciana se lleva muy mal con su hijo y su hija y menosprecia a quienes la rodean sí mantiene “una relación amable con su nieta Sònia, que es la luz, la esperanza, que hará que ella se vacíe”. Entre visita y visita, la vida de la mujer “habla de la evolución de los barrios de Barcelona, como el de la zona de Sarrià donde hoy está la librería A peu de pàgina, de la Costa Brava de los 70 de ambiente pijo que ella vivió porque se casó bien, de la evolución de las personas que la rodean y de ella misma, del envejecimiento”.