CRÍTICA DE CINE
Crítica de 'Tres anuncios en las afueras': vallas, cartas y géneros
Lo mejor del filme de Martin McDonagh reside en que es un brillante texto de dramaturgo volcado en imágenes con gran personalidad
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
La protagonista es Frances McDormand, esposa de Joel Coen, y el ambiente puede recordar a los directores de 'No es país para viejos', pero estamos lejos del cine de los hermanos Coen. Es en otro territorio, incluso algo más salvaje, el del cineasta, guionista y dramaturgo anglo-irlandés Martin McDonagh, quien ahora vira hacia el medio oeste estadounidense después de haber ambientado sus películas anteriores en Bélgica ('Escondidos en Brujas') o en California ('Siete psicópatas').
Viraje consecuente porque 'Tres anuncios en las afueras' no podría pasar en otro lugar que no fuera esa pequeña localidad de Misuri llamada Ebbing, una ciudad en esencia apacible aunque esté habitada por policías borrachos, mujeres racistas y se haya producido la violación y asesinato de una muchacha. McDormand encarna a la madre de la chica. Ante la inoperancia de la policía local, incapaz de encontrar alguna pista sobre el asesino, la madre decide anunciar su ira y descontento en tres vallas publicitarias consecutivas colocadas en la entrada de la ciudad.
Letras negras sobre intenso fondo rojo. Se ven desde cualquier parte. Y alteran el orden de Ebbing. Lo mejor del filme reside en que es un brillante texto de dramaturgo volcado en imágenes con gran personalidad. McDonagh podía ser antes un símil más bárbaro de Guy Ritchie y tener algo de los Coen. Ahora posee una voz cinematográfica propia y singular.
El filme cuenta con varios personajes de interés. Siendo el de McDormand el medular, no le van a la zaga los que encarnan Sam Rockwell y Woody Harrelson, un agente de policía inepto y un sheriff sobre el que recaen no menos de dos giros interesantes de guión. Y si hay tres vallas publicitarias en las afueras, hay también tres cartas, las que escribe desde el sheriff, enfermo de cáncer, una para su esposa, otra para la madre y otra para el agente. En estas tres cartas se concentran los requiebros de un filme que, además, sabe oscilar entre tonos y tendencias -drama rural, 'thriller', comedia negra- con talento.
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