CRÍTICA

Marina Garcés: la condición póstuma

La filósofa propone la autoexigencia como solución a la sensación de final de etapa en la que vivimos

Marina Garcés, filósofa y escritora.

Marina Garcés, filósofa y escritora. / periodico

VIcenç Pagès Jordà

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En las elecciones catalanas de diciembre, el eslogan del PP era "España es la solución", y el del PSC, "Solucions, ara Iceta". Dos meses antes, cuando el 20-D todavía no había sido convocado, Marina Garcés (Bacelona, 1978) publicaba en ‘Nueva ilustración radical’ una crítica de lo que ella llama "solucionismo": en nuestra época hemos dejado de aspirar a mejorar, y nos contentamos con tapar agujeros. Si la modernidad diseñó un futuro colectivo y la postmodernidd celebró un presente individual, hoy nos hemos instalado en la condición póstuma. Ahora que el tiempo se acaba, solo aspiramos a sobrevivir. Ya no nos preguntamos a dónde vamos, sino cuánto duraremos.

En este libro de los Nuevos Cuadernos Anagrama, Marina Garcés reune fenómenos económicos, sociales y culturales de manera comprensiva, y nos ayuda a pensarnos, no como ejercicio intelectual sino como propuesta de cambio. Cuando la prosperidad se vuelve amenazadora, cuando no tenemos tiempo de procesar tanta información, cuando nos asalta la sensación de que nuestro tiempo se acaba, tendemos a fabricar retroutopías (el término es de Zygmunt Bauman) y nos dejamos fascinar por la estética del apocalipsis.

Mientras el poder discute sobre la sostenibilidad, los jóvenes del precariado se entretienen mirando series de zombis. El peligro es que, a medida que los objetos se vuelven inteligentes, nosotros nos convertimos en cretinos. Ante la sobrecarga informativa, nos sentimos desbordados, fragmentarios, paralizados. Para acabarlo de arreglar, grandes corporaciones se encargan de vehicular los nuevos contenidos de la educación. La sensación de final de etapa es vivísima.

Aparte de dejar de fumar y de frecuentar el gimnasio (solucionismo), un buen propósito para este año que empezamos podría ser recuperar los valores de la ilustración, en particular combatir la credulidad, es decir, dejar de delegar la comprensión del mundo. ¿Todavía estamos a tiempo de cultivar un humanismo que no sea eurocentrista, un progreso que no equivalga a marginar a los otros? En el ámbito de la cultura, Marina Garcés propone sustituir la autoreferencialidad por la autoexigencia, que se dice pronto. Ciertamente, si concebimos la cultura con un circuito cerrado de agua, el peligro es que se pudra. Libros como este, breves e intensos, nos estimulan a crecer hacia direcciones desconocidas.