ENTREVISTA

Jorge Ruiz (Maldita Nerea): "Solo quiero que canten mis canciones"

El grupo murciano actúa en Barts tras publicar 'Bailarina', título de un disco y de una novela

Jorge Ruiz, cantante de Maldita Nerea

Jorge Ruiz, cantante de Maldita Nerea / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Jorge Ruiz ha publicado una novela o relato largo, ‘Bailarina’, título también del nuevo disco de su grupo, Maldita Nerea. Dos formatos en los que desarrollar una historia alrededor de las emociones y la realización personal. Hablamos con Ruiz en vísperas del concierto de este sábado en Barts, dentro del Festival del Mil·lenni.

¿Qué fue primero, el disco o el libro? Yo iba a hacer un disco y apareció en mi vida  Teresa Petit, editora, que me convenció de que escribiera algo sobre el trabajo que hago sobre las emociones. Al final preferí contar una historia novelada, y la palabra ‘bailarina’ era fantástica como punto de partida.

¿A qué trabajo sobre las emociones se refiere?  Yo soy logopeda y desde el 2009 o 2010 tengo un mundo paralelo a Maldita Nerea. Para mí, la educación es el único elemento pleno de transformación de la sociedad, así que me volqué en eso y trabajo como embajador de la Fundación Promete, de la que además soy patrono. La idea es preguntar al individuo adonde va y acompañarle. El talento de los niños no se aprovecha.

¿Qué simboliza esa bailarina? Es tu lado emocional. Si permites que se exprese, no puedes sino ser quien eres. Con el ritmo de vida que llevamos nos vamos olvidando de quiénes somos y nos preguntamos: ¿qué moto nos hemos o nos han vendido? Utilizo la imagen de la bailarina porque es un arquetipo femenino universal, asociado a unos valores: es flexible, constante, siempre bella… La bailarina es ese lado femenino, y el narrador busca el masculino, en el que las emociones no pueden ir solas, tienen que fijarse horizontes claros. Pero no estoy hablando de mujer y hombre, de machismo y feminismo, sino de los lados del cerebro.

Escribir una novela, aunque sea de 190 páginas, ¿qué problemas le planteó en comparación con componer una canción? Lo típico, sentí inseguridad, pero igual que cuando empecé con las canciones. A mí nadie me enseñó a componer, pero, al final, es el público el que te da un lugar. Hay una frase de Saint-Exupéry que me hizo dar el clic: “no hay que saber escribir, sino saber mirar”.

¿A qué edad comenzó a hacer canciones? De muy niño. Pero era solo la melodía vocal. No me considero un instrumentista. Aprendí a tocar la guitarra, pero a mí me interesa la palabra. Y la melodía vocal. Porque esto es lo que el cerebro recuerda.

¿Y eso ya lo descubrió de niño? No, de eso me di cuenta cuando Eduardo Punset me lo planteó: ¿qué fue antes, la palabra o la melodía? Tenía razón: primero viene la melodía. Por desarrollo neurológico, por constitución del cerebro.

La canción ‘Bailarina’ tiene un ritmo bailable, discotequero incluso. Claro, porque aunque a mí me gusta la reflexión, y en el pop la gente no busca eso. Me interesa la comunicación, cómo conectar con la gente, a la que le gusta el movimiento y bailar. Buscaba algo así ya en el disco anterior, ‘Mira dentro’, y no lo conseguí. Me tiré casi un año para encontrar esa canción y estoy muy contento.

Oyéndolo hablar, se diría que la dimensión de cantante pop se le queda corta. Sí, por eso casi no escucho pop. Es un lenguaje musical encorsetado. Yo me motivo con la palabra. Para mí, el rap es el género que mejor la trabaja. Hay grandes letristas ahí: Nach, Tote King… El pop está centrado en el amor y el desamor, ¡y yo hablo de amor propio! La canción que nos sacó del mundo ‘indie’ fue ‘El secreto de las tortugas’ y hablaba de filosofía. Nuestro caso, dentro del pop, es muy extraño. También porque no hay una cara reconocible: yo estoy escondido detrás de una marca.

¿Por qué cree que triunfó aquella canción? Lo entendí con el tiempo, cuando uno de mis hijos la bailaba sin saber qué decir, y alguien me dijo: ¿pero tú te crees que a alguien le importa esa letra?

Una bofetada al ego. Es que yo a mi ego le doy bastante. A ver, lo mío no tiene mérito: no puedo evitar hacer canciones. Y busco todo el rato que la atención esté en la canción, no en mí. En el pop eso es extrañísimo. Llevo una vida normal, nadie me conoce a pesar de que mis canciones están entre las que más han sonado en la radio en los últimos diez años.

Entonces, en los conciertos, centrando la atención, ¿se siente incómodo? No diría incómodo, pero sí que busco todo el rato a la audiencia. Desde pequeño, solo quiero que canten mis canciones. No que las escuchen, que se queden extasiados… No, no, no, que las canten. Y canción que no es cantada, canción que va fuera del repertorio. Eso hace que yo apenas cante en los conciertos.

¡Pues vaya! Canto, pero como uno más. No es que no quiera cantar, sino que lo nuestro es más litúrgico y comunitario. Por eso quiero una banda y no me gusta ir a tocar yo solo a un programa.

Pero Maldita Nerea tiene fans que le admiran como icono pop. Se ha dicho que soy el anti-artista, el Iniesta de la música. Porque no me gusta el estrellato: me encuentro más natural en el tú a tú, no en el púlpito. Y mi público lo sabe y en general no hay ni locura ni nada de eso.

Eso de “canción que no es cantada, va fuera del repertorio”, ¿no es populista, ir a lo fácil? Es pobre decir eso. Yo no puedo no contemplar a mi audiencia. ¡La quiero! Y a la audiencia que está por venir. Vivimos en la canción siguiente. ‘Calcetines’, del nuevo disco, se refiere a mi hijo. Puedes pensar: ‘¿a quién le interesará?’. Pues es de las que más escuchas tiene. No es una cuestión de lo que pones sino de si es de verdad. En mi libro, la protagonista, Valeria, se encuentra consigo misma explicando lo que siente, y yo lo he hecho con el disco.

¿También en ‘Despídeme’, dedicada a esa hija que murió antes de nacer? Es una canción de ‘sácalo’, porque si no, eso se queda y acabará saliendo en otro momento. En el primer concierto, en Murcia, el público me vio llorando al final y terminó todo el mundo llorando también. Es una cuestión química, no es porque sea una canción buena ni mala. Es solo que todo el mundo ha perdido a alguien.