CRÓNICA
Depeche Mode, una danza con alma
El grupo británico tiró más de su material de los 90 que de su nuevo disco, 'Spirit', para llevarse el Palau Sant Jordi por delante
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Que un grupo de larga trayectoria comience un concierto con una canción que dice cosas como "no hemos evolucionado", "vamos hacia atrás" y "hemos perdido nuestra alma" puede ser una invitación a la ironía o una muestra de autosuficiencia, de que puede cantar lo que le apetezca sin que le afecte. Depeche Mode no se refiere en esa pieza nueva, 'Going backwards', a sí mismo sino al estado del mundo, aunque era tentador, este jueves en el Palau Sant Jordi, esbozar paralelismos observando cómo la banda se asentaba en su repertorio de otros tiempos en su cita del 'Global spirit tour'.
Con todo, es injusto despachar a Depeche Mode como atracción nostálgica: el grupo británico sigue publicando puntualmente un disco cada cuatro años, de modo que tras el bastante arriesgado 'Delta machine' (2013), un trabajo con fantasmales cadencias de blues electrónico que ya han olvidado por completo a la hora de elaborar sus repertorios, ha llegado este 'Spirit', dotado de trazos más reconocibles. Pero, como otros tantos artistas de gran formato y largo historial, a la hora de salir de gira, prima el estímulo de la memoria. Ojo: no hablamos solo de 'hits': abundaron, en el tramo central de la noche, canciones poco populares pero sustanciosas, encaminadas a construir una secuencia lógica y bien modulada, mientras que fueron descartadas cartas ganadoras como 'Policy of truth', 'I feel you' o la juvenil 'Just can’t get enough'.
La estrella y el artesano
Depeche Mode, en formato de quinteto, lució músculo y trayectoria valiéndose del fructífero equilibrio entre ese Dave Gahan príncipe del cabaret, sudando desde el minuto uno para riesgo del lápiz de ojos, lagarto con bigote y 'rock star' gótica, dando vueltas sobre sí mismo con los brazos en cruz, y el discreto Martin Gore, dominando la sala de máquinas y tomando el micro muy ocasionalmente para ofrecer una alternativa vocal emotiva. Gahan representó la dimensión física y espectacular de un repertorio que hace mucho se desplazó del synth-pop al rock. Para muestra, esos 'It’s no good' y 'Barrel of a gun' con los que el grupo se metió en arena.
De 'Spirit' solo sonaron tres canciones: hay que añadir la planeadora 'Cover me', con majestuosa deriva electrónica-krautrock y mensajes de vulnerabilidad (en la pantalla, un Gahan astronauta quejándose del frío) y ese intento de himno provocativo, musicalmente un tanto previsible, llamado 'Where’s the revolution' ("¿Dónde está la revolución? / ¡Venga, me estáis decepcionando!"). Más que viajar a los 80, el grupo prefirió quedarse en su período central, 1990-97, aunque el disco más citado no fue 'Violator', sino 'Ultra', con cinco canciones. De ahí salió 'Home', bella composición que alimentó una interesante secuencia, muy poco 'stadium rock', con 'Insight' (cantada por Gore) e 'In your room'.
Canción protesta
Antes de la escalada final, un significativo 'Everything counts', canción protesta de 1983 en la que disparaban contra la industria discográfica, con bonito estribillo en la voz de Gore, quizá seleccionada en sintonía con su hipotética sensibilidad política actual. 'Stripped' tendió luego el puente a la ceremonia de 'Enjoy de silence', joya de la corona, reanimada y estirada a placer con una guitarra funky, y a una endurecida 'Never let me down again'.
El contraste de las dos voces invita siempre a leer a Depeche Mode desde una perspectiva más abierta, y ahí estuvo ese 'Strangelove' con el que arrancó el bis. De este modo, la reaparición de Gahan con 'Walking in my shoes' fue mayestática, y a partir de ahí ya solo quedaba culminar el paseo con 'A question of time', con su ritmo acelerado y sus ecos siniestros, y el glam rock místico de 'Personal Jesus'. Yendo hacia atrás, como anunciaron al inicio de la noche, pero sin perder su alma: buscando en lo mejor de sí mismos para que creamos en ella mientras seguimos bailando.
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