LECTURA DEL NOBEL DE LITERATURA

Kazuo Ishiguro: "El racismo, un monstruo que despierta"

El escritor británico, pesimista sobre el presente tras la caída de los ideales liberales en la tradicional conferencia del ganador del Nobel de Literatura en Estocolmo

Kazuo Ishiguro, el 7 de diciembre del 2017 en la Academia Sueca.

Kazuo Ishiguro, el 7 de diciembre del 2017 en la Academia Sueca. / periodico

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“Llevaba unos cuantos años viviendo en una burbuja”, ha confesado el escritor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro en la tradicional lectura que ofrece el premio Nobel de Literatura en las vísperas de la entrega de los galardones en Estocolmo. “No había sido capaz de percatarme de la frustración y las preocupaciones de mucha gente a mi alrededor. Me he dado cuenta de que mi mundo –un lugar civilizado y estimulante, repleto de personas irónicas y liberales– era en realidad mucho más pequeño de lo que me había imaginado” ha reconocido en un discurso autocrítico en lo personal y crítico en lo colectivo.

Ante el final de los ideales de su generación, la del “optimismo”, poco margen de esperanza ha dejado sobre el presente los nuevos tiempos de “divisiones peligrosamente crecientes”. Y la literatura, apenas un par de retos para mejorar al menos el pequeño rincón de las letras en el mundo y en el mejor de los casos “encontrar una nueva idea, una gran visión humanista alrededor de la que congregarnos” en un momento en que “parece faltarnos una causa progresista que nos una”.

Ampliar las fronteras de la literatura

“Si pretendemos tener un papel relevante en este futuro incierto, si pretendemos obtener lo mejor de los escritores de hoy y del mañana creo que debemos ampliar nuestra diversidad”, ha planteado en la conclusión de su discurso. En primer lugar, “ampliar nuestro mundo literario para incorporar muchas más voces procedentes de más allá de las zonas de confort de las elitistas culturas del primer mundo”, buscando “las gemas de lo que hoy siguen siendo culturas literarias desconocidas, tanto si los escritores viven en países lejanos como si lo hacen en nuestras propias comunidades”. Y en segundo lugar, “no resultar en exceso estrechos o conservadores en nuestra definición de lo que es la buena literatura”, aceptando con la “mente abierta” las creaciones de la nueva generación que “llegará con todo tipo de nuevos y en ocasiones desconcertantes modos de contar historias importantes y maravillosas”.

“El año 2016, marcado por sorprendentes -y para mí deprimentes- acontecimientos políticos en Europa y en Estados Unidos, y de nauseabundos actos de terrorismo por todo el planeta, me obligó a admitir que el imparable avance de los valores liberales que había dado por garantizado desde mi infancia podría haber sido una mera ilusión”, ha lamentado. Tras la “autocomplacencia y las oportunidades perdidas” en la época que surgió tras la caída del muro de Berlín, se ha llegado a un presente “en el que proliferan ideologías de ultraderecha y nacionalismos tribales” y en el que “el racismo, en sus formas tradicionales y en sus versiones modernizadas y maquilladas, vuelve a ir en aumento, revolviéndose bajo nuestras civilizadas calles como un monstruo que despierta”.

Repaso a una carrera literaria

“De modo que aquí me tienen, un sesentón que se frota los ojos e intenta discernir los contornos entre la bruma de este mundo que hasta ayer ni siquiera sospechaba que existiese”, ha resumido el autor de ‘Los restos del día’. ¿Vale la pena seguir escrutando “este escenario desconocido”?, se ha preguntado. “Debo seguir adelante y hacerlo lo mejor que pueda. Porque continúo creyendo que la literatura es importante y lo será en especial mientras atravesamos este difícil territorio. Pero recurriré a los escritores de la generación más joven para que nos inspiren y nos guíen. Esta es su era y ellos tendrán los conocimientos y el instinto de los que yo careceré”, ha concluido. En los campos de la literatura, pero también del cine, la televisión y el teatro.

Ishiguro, no obstante, ha iniciado su conferencia con un largo recorrido a su biografía, desde que llegó con cinco años al Reino Unido con una familia que pensaba volver al cabo del año pero no regresó nunca al país de origen. El escritor ha repasado los inesperados momentos de iluminación que marcaron cada giro de su carrera literaria: el descubrimiento de que su Japón era una construcción imaginaria que debía dejar por escrito antes de que se desvaneciese (lo hizo en sus dos primeros libros), la lectura de Proust durante una enfermedad, una canción de Tom Waits, ‘Ruby’s Arms’, que le hizo replantearse la personalidad del mayordomo protagonista de ‘Los restos del día’, una visita a Auschwitz y la película de Howard Hawks ‘El Siglo Veinte’ (difundida en España como ‘La comedia de la vida)’, que le hizo entender la necesidad de dejarse llevar por la complejidad de las personalidades de sus personajes.