HASTA EL 25 DE FEBRERO

La comedia humana de David Hockney

El artista británico captura en el lienzo la personalidad de sus modelos, amigos, familiares y conocidos, en la exposición '82 retratos y 1 bodegón', que inaugura el Museo Guggenheim de Bilbao

Cuatro de los 82 retratos realizados por el británico David Hockney, que se exponen en el Guggenheim de Bilbao.

Cuatro de los 82 retratos realizados por el británico David Hockney, que se exponen en el Guggenheim de Bilbao. / periodico

Anna Abella

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Entrar en la gran sala del Museo Guggenheim de Bilbao que acoge la exposición '82 retratos y 1 bodegón' es como colarse en una fiesta cuyos 82 invitados conforman el mundo y la sociedad que rodea a su autor, David Hockney. Todos ellos son amigos, conocidos y familiares del artista británico que parecen a punto de bajarse de los respectivos lienzos para escenificar una “celebración de la humanidad”, por las “complejidades” individuales y "la intensidad psicológica” que transmiten, como apunta la comisaria Edith Devaney, o, como le gusta definirla al propio pintor, una “comedia humana”

Es una “instalación concebida como un conjunto de obras” en la que se suceden cronológicamente 82 retratos verticales, todos del mismo formato y tamaño, con un intenso fondo azul y verde, con los modelos sentados en la misma silla. Un veterano Hockney (1937), hoy de 80 años, empezó a realizarlos en el 2013 en Los Ángeles. Allí había regresado, “deprimido”, desde su Yorkshire natal, después de haber sufrido un leve ictus ,y hundido tras la muerte de un joven trabajador de su estudio en Inglaterra. Una tragedia que también afectó mucho a uno de sus íntimos colaboradores, Jean-Pierre Gonçalves de Lima, protagonista del primer retrato de la muestra y quien le ayudó en la planificación de su anterior y celebrada exposición, de paisajes, que también acogió el Guggenheim en el 2012.

Desconsolado, como el 'hombre viejo' de Van Gogh

A Gonçalves de Lima (que luego reaparece mirando al artista en uno de los últimos retratos) no se le ve el rostro porque se coge la cabeza con las manos y apoya los codos en las rodillas, hundido, desconsolado, desesperado, como el retrato del ‘hombre viejo’ de Van Gogh. “Refleja las propias sensaciones de Hockney entonces. Tiene mucha intensidad emocional. Ver sus sentimientos desencadenó ese proceso de plasmar su propio problema emocional. Lo vio casi como un autorretrato -señala Delaney-. Él siempre me suele enviar fotos al móvil. Es fantástico despertarse por la mañana con una imagen suya. Y llevaba cinco meses sin mandarme ninguna hasta que recibí la de ese retrato”. Había vuelto a coger los pinceles con la energía “de un joven de 30 años”. Aquel lienzo fue el primero de 90; luego concentró 82 en la muestra, que podrá verse hasta el 25 de febrero y coorganiza la Royal Academy of Arts de Londres.  

Entre sus modelos hay amigos famosos como el filántropo Jacob Rohschild pero también su dentista, su masajista o el hombre que cada semana iba a lavarle el coche

Ninguno es de encargo, fue Hockney quien invitó a que posaran para él durante tres días, sin que ninguno se negara, a amigos, familiares (como su hermana Margaret su hermano John con su esposa), su expareja Gregory Evans y gente de su entorno, desde su dentista, su masajista (en pantalón corto y camiseta roja) o el que cada semana iba a lavarle el coche (en zapatillas de deporte y pantalón a cuadros blanquiazules hasta la rodilla). Algunos de sus amigos retratados son famosos, como el ocupado filántropo Jacob Rothschild (tan ocupado que solo le pudo conceder dos días de posado), el extravagante cómico Barry Humphries (“con su brillo en los ojos” y pantalones de color rosa), el artista John Baldessari, el arquitecto del Guggenheim, Frank Gehry, o los galeristas Larry Gagosian y Dagny Corcoran. Pero para Hockney, añade Delaney, no son importantes los famosos porque, según él, “sus amigos y familiares son las celebridades”.

Y, a sus entonces setenta y tantos años, trabajó con cada uno “durante siete horas al día, con una concentración extraordinaria, de pie, moviéndose mucho”, añade la comisaria. Comía con ellos y hablaba con ellos en las pausas. Y mientras pintaba, de vuelta al acrílico, se basaba en “la observación pura para mostrar el carácter y la personalidad de cada uno, su psicología, viendo por ejemplo, cómo colocaban los pies”. “Él dice que pinta lo que ve –añade-. Cuando me pintó a mí me dijo: ‘he hecho algo parecido a ti. Si hiciera otro retrato recogería otro aspecto distinto de ti. No puedo reflejar toda la personalidad sino un aspecto de ella’”. 

David Hockney

Entre los retratos sorprende un bodegón. Su origen está en que la modelo no pudo ir aquel día porque había muerto su madre. Él, ansioso por pintar, recurrió a lo que tenía a mano, unas frutas y hortalizas. A su lado, la modelo ausente, su amiga Ayn Grinstein. La de su hermana Margaret es una de las poses más relajadas. “A ella le encanta mirarle. Está cómoda. Se nota el afecto y el calor entre hermanos”. A su lado, su acompañante, Pauline Ling, “menos cómoda”: no le mira a los ojos, como él quería, para conectar con ella.

El pequeño Rufus, de 11 años

Varios jóvenes figuran entre sus modelos. Uno, el hijo de su amiga artista Tacita Dean, Rufus Hale, de 11 años, cuya vestimenta a la antigua usanza le recuerda cómo iba él mismo al colegio y cuyo único comentario al acabar y ver la pintura fue una queja: no le había dibujado la gomita en la punta del lápiz que sujetaba. Otros, Holden Schmidt, de 13 años, no quería posar pero sus padres le obligaron y al final, cansado, dijo si podía irse y dejarle sus zapatillas de deporte verdes, que era lo que le quedaba por pintar...

También hay modelos del pasado, como su amiga Celia Birtwell, que había inmortalizado junto a su anterior marido en el célebre doble retrato ‘El Sr. Y la Sra. Clark, y Percy’. Las mujeres, casi a excepción de la propia comisaria, que eligió vaqueros y ropa informal, posaron con ropas elegantes. Entre ellas deslumbra la larga falda de un rojo eléctrico de la filántropa Rita Pynoos, cuyos pliegues logró Hockney captar en una sola jornada porque si se hubiera levantado ya no habrían sido los mismos.

Hockney, que además está a punto de inaugurar una retrospectiva en el Metropolitan de Nueva York, sigue trabajando. Ahora experimenta con lienzos rectangulares recortados por la parte inferior y revisitando temas como el Gran Cañón.