ODISEA EDITORIAL

De cómo la CIA publicó el 'Doctor Zhivago'

Carlo Feltrinelli y Paolo Mancosu revelan en El Born el trasfondo de la edición del clásico ruso

Borís Pasternak en su despacho de Peredélkino, cerca de Moscú.

Borís Pasternak en su despacho de Peredélkino, cerca de Moscú. / periodico

Elena Hevia

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Existe 'Doctor Zhivago', la novela de Borís Pasternak, epopeya de un idealista que se enfrenta en solitario a la gran parafernalia de la revolución rusa, el individuo frente a la masa. Y existe la novela de la novela. De cómo ese título hoy carismático -y quizá más conocido por la película de David Lean y su 'Tema de Lara'-, historia viva de la URSS y una gran ficción lírica, fundamental para comprender el siglo XX (de ahí su pecado) , logró abrirse paso en su publicación gracias a una aventura vertiginosa cargada de furia, represión, tenacidad, genio y algunas escenas dignas de una película de James Bond.

El pasado miércoles por la noche, Carlo Feltrinelli, hijo de Giangiacomo, el editor y activista que publicó por primera vez el manuscrito en 1957 y la convirtió en el gran suceso editorial del siglo, y Paolo Mancosu, profesor de filosofía en Stanford y posiblemente el hombre que más sabe sobre las entretelas de la novela, a la que ha dedicado varios libros, desplegaron esa historia dentro del ciclo de conferencias '1917. La revolución que conmovió al mundo'. Jorge Herralde actuó como presentador en el Born.

Atrevida decisión

Atrevida decisión La historia no es nada fácil de contar y tiene innumerables vericuetos, incluido un Premio Nobel en 1958 que Pasternak se vio obligado a rechazar por imposición gubernamental en los inicios de la era Jruschov, quien años después leyó la novela y juzgó que no era antisoviética. Pero ya era tarde. Antes de eso, la noticia de que el gran poeta Pasternak estaba escribiendo la gran novela de su vida era la comidilla de los círculos literarios soviéticos de los 50. El autor, que había caído en el ostracismo dos décadas atrás y se mantenía en un obligado exilio interior, era consciente de la importancia de aquella obra. También sabía que iba a ser imposible publicarla en su país y tampoco en el extranjero -a Borís Pílniak le había valido una sentencia de muerte-, pero con todo se atrevió a hacerle llegar un ejemplar a Giangiacomo Feltrinelli, a través del entonces corresponsal de Radio Moscu Sergio D’Angelo. Las dos frases que acompañaron a la cesión se han hecho justamente célebres. La primera: "Aquí está el 'Doctor Zhivago' intente que dé la vuelta al mundo". La segunda: "Está usted invitado a mi ejecución".

"Está usted invitado a mi ejecución" dijo Pasternak a Sergio D'Angelo, encargado de hacerle llegar el ejemplar a Feltrinelli 

No importó que el Partido Comunista Italiano, al que entonces pertenecía Feltrinelli padre, intentase presionar para que no lo hiciera. O que Pasternak advirtiera al editor italiano que solo las cartas que le dirigiera en francés deberían ser tomadas en consideración. El libro apareció en italiano y corrió por el mundo. La carta en la que el autor agradeció a Feltrinelli haber abierto el fuego de su publicación (luego vendrían Gallimard y Collins) es a juicio de su hijo Carlo "la que todo editor desea recibir".

Una editorial que no lo era

Pero hay más. Aunque la edición oficial no vio la luz hasta 1988, hubo mucho antes, en vida de Pasternak, fallecido en 1960, dos ediciones piratas en ruso, una publicada por la editorial holandesa Mouton y otra por la Societé d’Edicions, en realidad una editorial inexistente bajo cuyo nombre se escondía la CIA, según se desprende de los papeles desclasificados por la central de inteligencia en el 2014. "Se especuló mucho sobre cómo la CIA se hizo con el original y corría la voz de que habían provocado un aterrizaje en Malta del avión en el que volaba Feltrinelli para hacerle bajar de él y microfilmar el manuscrito. El problema es que Feltrinelli no voló a Moscú en aquellas fechas", explica Mancosu. El experto ha investigado los diversos manuscritos que Pasternak desplegó en Occidente hasta acabar por detectar cuál era el empleado por la CIA. "Fue el de la británica Collins".

Y aquí acaba esta historia que habla de otros tiempos de cuando el poder, en lo bueno y en lo malo, estaba firmemente convencido de que la literatura puede transformar a las personas. De ahí su peligrosidad.