'Golem', deslumbrante fábula futurista

La compañía británica 1927 irrumpe en Temporada Alta con un montaje que explora la relación entre el hombre y la tecnología inspirado en un antiguo mito judío

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César López Rosell

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La compañía teatral británica 1927, fundada en el 2005, representa como pocas el espíritu innovador de las artes escénicas en el siglo XXI. La exploración de la interpretación y la animación combinando la palabra hablada con el cine mudo, la música en directo y unos movimientos armónicamente sincronizados entre las diferentes disciplinas que aplica, han impulsado su revolucionario lenguaje. Lo demostraron con su versión de La flauta mágica, que hace un año arrasó a su paso por el Liceu, y lo han ratificado en El Canal de Salt este fin de semana con su laureado espectáculo Golem, una de las grandes apuestas del festival Temporada Alta.

El grupo que dirige Suzanne Andrade, en estrecha colaboración con el cineasta Paul Barritt, ha edificado una fábula distópica que parte del antiguo mito judío del golem, en el que el hombre modela una figura de barro a la que da vida mediante un conjuro cabalístico para que trabaje para él. La criatura creada no tiene alma y es fuerte pero no inteligente y su incapacidad principal es no poder hablar. El vienés Gustav Meyrink se inspiró en esta leyenda para escribir en 1914 su novela El golem, que fascinó a los creadores británicos, sobre todo por el sentido del animé que latía en el relato. Pero en lugar de invitarles a la relectura de la obra decidieron elaborar una historia original propia en torno a la relación del hombre y sus máquinas.

Mundo futurista

La versión de Andrade sitúa la acción en un mundo futurista en el que la tecnología y la economía han evolucionado hasta superar los límites del control de los humanos convertidos en una especie no pensante de consumidores. En este universo parece inevitable acabar conviviendo con un ejército de esclavos. Todo este batiburrillo de ideas está expuesto en forma de una monumental y satírica novela gráfica en la que se acaba cuestionando quién tiene el control de las modernas tecnologías y cómo se utiliza. El peligro ya no está en que las máquinas sean cada vez más humanas, sino en que las personas se conviertan en máquinas.

El hipnótico espectáculo cuenta con cinco actores perfectamente sincronizados con la colorista y brillante creación animada. Imágenes ligadas a la Revolución rusa, al constructivismo, el dadaísmo, los edificios de los Ángeles o sacadas de revistas de los 60 nutren el imaginario del montaje. Lilian Henley (piano) y el percusionista Will Close interpretan en directo una banda sonora de gran efecto atmosférico. Se trata de una fascinante creación llena de magia, ritmo, emoción y equilibrio. Una maravilla.