CRÓNICA

Lori Meyers, los colores del pop

La banda granadina combinó vigor y sentimentalismo en la presentación de su nuevo disco, 'En la espiral', en el estrenado invernadero del Poble Espanyol

fsendra40621580 lori meyers171021152433

fsendra40621580 lori meyers171021152433 / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Lori Meyers, tropa de veteranos del 98, ha demostrado aptitudes para llevar su pop coloreado, con guitarras airadas y un poco de melodrama, a las grandes audiencias. Una feliz ecuación que inspira ahora un nuevo trabajo, ‘En la espiral’, algo irregular pero apto para motivar una vez más a un público que les recibe en calidad de héroes generacionales, como pudimos observar este viernes en el Poble Espanyol.

Primera cita del ciclo Cruïlla de Tardor, en un recinto transformado y adaptado a la cambiante meteorología otoñal: la banda granadina actuó en un inédito y bonito invernadero levantado en la misma plaza, con vegetación y vistas al cielo, a ese horizonte citado en sus canciones. Sí, Lori Meyers es un grupo con tendencia peliculera, de textos un poco pretenciosos, si bien combina esos clichés líricos grandiosos con soluciones sonoras esbeltas y con más sentimiento que épica.

Melancolía y escapismo

Aunque se pusieron un poco trascendentes con la pieza de apertura, ‘Vértigo I’, bajo cierto ‘síndrome Coldplay’, pronto mostraron su cara más vigorosa rescatando ‘Planilandia’ y ‘Luces de neón’ en paralelo a las citas a su nuevo disco, de cuyas trece canciones acabaron tocando nueve. Ahí hay que hablar de ‘Océanos’, la más distintiva, con aires de canción antigua, de romancero bañado en tenue melancolía. No es, desde luego, la apuesta más festivalera del paquete: ahí llevaron ventaja la escapista ‘Siempre brilla el sol’ y ese ‘Organizaciones peligrosas’ con robustos andamios ‘funky’. En cambio, ‘Todo lo que dijesen de ti’, sonó agradable pero inofensiva, en contraste con esa ‘Eternidad’ sin fuegos de artificio pero dotada de un sugerente estribillo.

Antonio López, Noni, el cantante, ni es hombre de muchas palabras ni dispone de un registro vocal carismático, más bien es un instrumento funcional para transmitir en un tono diáfano las luminosas líneas melódicas de las canciones. Ahí, el grupo tiró de sus clásicos más contrastados (de ‘Tokio ya no nos quiere’ a ‘Alta fidelidad’, que cerró la noche) incorporando al fin de fiesta el disparo de fogueo de ‘Pierdo el control’ y una ‘Zona de confort’ más eficaz, sacudida disco-pop con inflamado solo de guitarra y propiedades para integrarse en su batería de ‘hits’ listos para el circuito de festivales.